Inicio
p
Juan Bautista Plaza

cBiografía
cCronología
cSus familiares
cInfancia/Juventud
cEstudios en Roma
cVida familiar
cVida profesional
cMaestro de capilla
cEl Pedagogo
cConferencias
cPrensa y Radio
cEl musicólogo
cEl compositor
cCatálogo musical

p
Documental

cDocumental

 
 
 
La Fundación
c¿Quienes somos?
cPublicaciones
cNolita de Plaza
cContáctenos

 
Novedades

cPublicaciones
cEventos

p
Enlaces

Historia de la Música

Juan Bautista Plaza

XXIX

LA GRAN ÓPERA DE AUBER Y MEYERBEER EN FRANCIA

La ópera melódica de Gounod y sus sucesores

Estado de la ópera en Francia a principios del siglo XIX
Características de la Gran Ópera francesa
Giacomo Meyerbeer
La ópera melódica de Gounod y sus sucesores
Charles Gounod
Georges Bizet

Estado de la ópera en Francia a principios del siglo XIX

Las reformas introducidas por Gluck en la ópera (en la 2ª mitad del siglo XVIII) fueron continuadas en Francia por Mehul, autor de la ópera José estrenada en 1807. También fueron estrenadas, por esa misma época, La Vestal y Hernán Cortes, óperas de Spontini, en las que se advierten nuevas tendencias que orientan la ópera francesa hacia el género de la Gran Ópera histórica, llamada a tener extraordinario prestigio durante la primera mitad del siglo XIX. Lo que más contribuyó a esa evolución de la ópera en Francia fue la influencia cada vez mayor de la ópera italiana. El público francés, cansado con las guerras de la Revolución y del Imperio, buscaba distracción y olvido en los placeres fáciles. Era lógico, pues, que se entusiasmase con las obras alegres y brillantes que satisfacían plenamente aquella necesidad de divertirse. La música Italiana llenaba estas aspiraciones, por lo que no tardó en ponerse de moda. Fue Rossini quien primero trató de amoldarse al gusto del público francés, lo cual se hace manifiesto en las nuevas versiones que realizó de sus óperas Moisés y El sitio de Corinto. De ese esfuerzo de adaptación nació el nuevo género de la Gran Ópera, cuyo verdadero punto de partida fue la ópera La Muta di Pórtici del compositor francés Auber. Poco después, Rossini estableció en su Guillermo Tell la obra-tipo del nuevo género, el que fue continuado y desarrollado por Meyerbeer y sus sucesores.

Características de la Gran Ópera francesa

He aquí las principales:

1º El drama romántico substituye a la antigua tragedia. Por lo general los argumentos se basan en episodios históricos de la Edad Media o del Renacimiento.

2º La música queda casi siempre relegada a un segundo plano. Se busca ante todo lo espectacular, de tal suerte que la música no viene a ser sino una mera ilustración del espectáculo y está íntimamente ligada al movimiento escénico, movimiento en el que la multitud desempeña un importante papel.

3º En cuanto a la forma, es de observar que: el recitativo adquiere a menudo gran intensidad dramática; la melodía es casi siempre de carácter patético; la armonía y la sonoridad orquestal intervienen siempre oportunamente para subrayar la fuerza y la expresión de los sentimientos y de las situaciones dramáticas; por último, el Ballet y la escenografía (mise en scene) son suntuosos.

La Gran Ópera nació en Francia, no porque fuese la ópera típicamente nacional de ese país, sino porque París era en aquellos momentos un centro operístico internacional hacia donde convergían los más afamados maestros del continente. En efecto, después que Cherubini y Spontini, crearon la ópera de la Revolución y del Imperio, respectivamente, otro italiano, Rossini, junto con el francés Auber y el alemán Meyerbeer, fueron quienes establecieron el modelo de la Gran Ópera francesa.

Cronológicamente, la primera ópera que abre el camino a este nuevo género, es La muta di Pórtici, de Daniel Francois Auber (1782-1871), la cual puede considerarse como nacida de la unión de la ópera nacional francesa con la ópera rossiniana. La importancia de La muta di Pórtici es puramente histórica, ya que Auber no pasó de ser un compositor de segundo orden, y aunque en su tiempo gozó de mucho prestigio, el estilo de su música, ecléctico y frívolo, tiene muy poco de artístico. Lo que presenta más interés en la producción musical de Auber son sus óperas cómicas. Algunas de ellas, tales como Fra Diavolo, El dominó negro Los diamantes de la corona, se han hecho bastante populares particularmente sus oberturas, las que aún hoy se ejecutan con bastante frecuencia.

En 1829, un año después de haber sido estrenada La muta di Pórciti, estrenó Rossini su Guillermo Tell, compuesta siguiendo fielmente los cánones del nuevo estilo. Aunque satisfacía el gusto decadente del público francés de aquellos años, esta ópera, por su intrínseco valor musical, tiene una importancia mucho mayor en la historia del género. Extraordinario fue el éxito que alcanzó.

Giacomo Meyerbeer (1791-1864)

Le tocó a Meyerbeer continuar la obra emprendida por Auber y Rossini. Nació en Berlín. Hijo de un rico banquero israelita, hizo sus estudios musicales con Clementi y el abate Vogler. Después de haber estrenado sin éxito algunas obras, se fue a viajar por Italia. Regresó luego a Alemania y, en 1826, se marchó a París, donde se radicó. Su extraordinaria facultad de asimilación y la comprensión que tuvo de los gustos del público francés, lo llevaron a cultivar el género de moda: La Gran Ópera. Con el tipo de melodía propio de los operistas italianos, el rito y la declamación característicos de los compositores franceses y la armonía bastante más severa de la escuela musical alemana, logró elaborar un estilo de composición ecléctico, poco personal y muy adaptado a las circunstancias, lo que le valió un éxito de público sin precedentes. En 1831 estrenó Roberto el Diablo, primera ópera en el nuevo estilo. A ésta le siguieron: Los Hugonotes (1836), El Profeta (1838), Dinorah (1859) y La Africana (1865), esta última estrenada después de su muerte. En todas estas óperas se pone siempre de manifiesto el ya citado eclecticismo de Meyerbeer, no obstante lo cual, y pese al estilo a menudo frívolo o grandilocuente de su música, los críticos contemporáneos consideraron al autor de Roberto el Diablo como uno de los genios musicales más grande que hayan existido. Hoy día, El Profeta pasa por ser la mejor de sus óperas, aunque la que suele ser ejecutada con más frecuencia es Los Hugonotes.

Meyerbeer tenía grandes dotes de compositor, mas su amor a la gloria fácil y su ardiente deseo de conquistar a toda costa el favor del público por medio de efectos melodramáticos, aminora considerablemente la calidad estética de su producción, en la que alternan algunas páginas de verdadero interés musical con otras sumamente banales. Para alcanzar el éxito que con tanto empeño buscaba, llegó en ocasiones a pagarle al público su asistencia al espectáculo durante varias representaciones. Por todos estos motivos, su obra, tan luego como pasó la época en que floreció, no tardó en perder casi todo su prestigio. Otros compositores de mucho mayor valor, Wagner entre ellos, contribuyeron a suplantar en pocos años la fama de Meyerbeer.

Entre los continuadores más destacados de Meyerbeer, cultivadores de la Gran Ópera francesa, son dignos de mención: Jacques Francois Halévy (1799-1862), autor de la ópera La Juive (La Hebrea), que carece de estilo y sigue en todo la moda de la época; Ambroise Thomas (1811-1896), con su ópera Hamlet y Camile Saint-Saëns (1835-1921) con sus óperas Enrique VIII y Ascanio

La ópera melódica de Gounod y sus sucesores

En la segunda mitad del siglo XIX se produjo en Francia una reacción muy viva contra las tendencias de la Gran Ópera. Esta reacción trajo entre otras consecuencias el que se introdujera nuevamente en la ópera el elemento poético que prácticamente había desaparecido, y el que se le diese mayor importancia al lirismo, el cual había sido relegado a un segundo término debido a la exagerada importancia que se le venía concediendo a lo espectacular. Este punto de partida de toda la evolución de la ópera en Francia desde mediados del siglo XIX hasta la época actual, está personificado en Gounod, quién, con su ópera Fausto, de un gran lirismo, logra que vuelva a predominar en la ópera el elemento musical entre todos los demás elementos constitutivos del género lírico-dramático.

Charles Gounod (1818-1893)

Nació en París. Hizo sus estudios en el Conservatorio Nacional, al término de los cuales obtuvo el gran Premio de Roma. De regreso a París su espíritu religioso le impulsó a abrazar el sacerdocio, mas la música terminó por conquistarlo y a ella se entregó definitivamente. Ello explica que sus primeras obras fueran composiciones religiosas o bien melodías para canto y piano. Luego, se consagró a escribir casi exclusivamente para el teatro. Fausto, su ópera más célebre, está inspirada en el drama homónimo de Goethe. No es una obra muy profunda, pero contiene numerosos pasajes de auténtica poesía musical, y su ardiente lirismo contrasta sobre manera con la banalidad de las óperas que hasta entonces venían representándose en Francia. Estrenada en 1859, no fue en un principio comprendida por el público, si bien llego posteriormente a alcanzar resonante éxito. Las otras óperas de Gounod que merecen ser citadas son: Romeo y Julieta y Mirella, ésta última inspirada en un poema del célebre poeta provenzal Frederic Mistral.

Gounod ha de ser considerado como el fundador de la ópera de medio carácter, en la que el tono general es más familiar, entre mezclándose a menudo el elemento cómico con el dramático. La melodía de Gounod es clara; su estilo, armonioso y ponderado.

Durante las últimas décadas del siglo XIX, la ópera francesa renace y se desarrolla con resultado artístico positivo. Entre los principales continuadores de Gounod, citaremos a: Félicien David (1810-1870), autor de la ópera cómica Lulla-Roukn , bastante celebrada, y del poema sinfónico El Desierto, obra en la que fija sus impresiones musicales de un viaje a Oriente y cuyo colorido orquestal es novedoso por los caracteres del exotismo que presenta. Ambroise Thomas (1811-1896), de estilo ecléctico, quien tuvo mucha fama en su tiempo. Hamlet y Mignon son sus óperas más célebres. Leo Delibes (1836-1891), compositor de música ligera, cuya celebridad se debe principalmente a sus ballets Sylvia y Coppelia y a su ópera cómica Lakmé.

Georges Bizet (1833-1875)

Fue indudablemente, entre todos los contemporáneos de Gounod, el compositor más notable y uno de los más importantes que ha tenido Francia. Contribuyó Como ninguno a fijar el estilo francés en la ópera librándola de las tradiciones que sobre este género venía ejerciendo la música italiana. Las óperas principales de Bizet son: Los pescadores de perlas, partitura que contiene páginas muy originales, y Carmen, su obra maestra, estrenada sin éxito en 1875, poco antes de la muerte del autor. Esta ópera, en la que se revela brillantemente el poderoso genio creador de Bizet, ha llegado a ser considerada como una de las obras maestras del teatro lírico universal. La declamación, el lenguaje armónico, los solos, los coros y, sobre todo, la orquestación, son dignos de ser admirados por las múltiples bellezas y la perfección técnica que encierran. Al carácter apasionado de esta ópera, basada en una novela de Prosper Mérimee, de ambiente español, se aúnan su extraordinario colorido, el exotismo de sus ritmos y melodías, de procedencia hispánica, y la finura y sutileza de sus procedimientos técnicos y estilísticos. Bizet es autor, además, de la música de escena destinada a servir de fondo al drama La Arlesiana de Alphonse Daudet, música de muy fina calidad estética y de cuya partitura se han extraído dos célebres Suites para orquesta que figuran a menudo en los programas del repertorio sinfónico.

Citaremos por último, entre los continuadores de la ópera melódica francesa en los últimos años del siglo XIX, a Jules Massenet (1842-1912), cuyas óperas más celebradas son: Thais, Werther y Manon, obras de gran seducción, aunque de un estilo generalmente frívolo. Massenet es de una elegancia amanerada, incluso cuando escribe para orquesta sola. En esta categoría de música son bastante célebres sus Suites de carácter pintoresco. Como profesor de composición que fue en el Conservatorio Nacional de París, dejó una bien sentada reputación. De sus escuelas han salido algunos de los mejores compositores franceses contemporáneos, tales como Gustave Charpentier (1860-1956), cuya ópera Luisa estrenada en 1900, obtuvo gran éxito, debido en gran parte a su carácter realista y a la espontaneidad de sus melodías. Otros de sus alumnos fueron Henri Rabaud, Henri Pierné, Louis Ernest Reyer, Emmanuel Chabrier, André Charles Messager, etc. A esta misma escuela pertenece, por último, el compositor Reynaldo Hahn (1875-1947), nacido en Caracas, pero cuya vida transcurrió casi toda en Francia, adonde se radicó desde la edad de 11 años. Autor de varias óperas serias y cómicas de fina calidad, así como de numerosas melodías para canto y piano, algunas de ellas muy célebres, Hahn es con justicia considerado por la crítica como uno de los músicos franceses más representativos de fines del siglo XIX y principios del XX.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
p
Capítulos:
p

h
más detalles

p

e
más detalles

p
   
           

Portal de la Fundación Juan Bautista Plaza
© Copyright 2004-2016, Fundación Juan Bautista Plaza
Concepto y desarrollo: Felipe Sangiorgi

Webmaster: Osvaldo Burgos García