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El Lenguaje de la Música
(Lecciones populares sobre música)

Juan Bautista Plaza

II
La canción popular

Voy a comenzar hablando de la canción, por ser este el género musical más primitivo y sencillo de todos. Cuando se oye nombrar ciertos géneros de composición, tales como una sonata, una sinfonía, una fuga... es evidente que la mayoría de las personas no sabrá precisar qué clase de obras son las que suelen designarse con estos vocablos más o menos técnicos. Hay que acudir a un diccionario o a un músico para que nos expliqué su significado. No sucede lo mismo con la palabra canción: todo el mundo es capaz de dar una explicación más o menos acertada de lo que ella es. En el terreno de la música, la canción representa algo así como el pan cotidiano, es una sencilla manifestación de arte que está al alcance de todos. Todo el que viva en sociedad —por primitiva que ésta sea— encontrará siempre a su alrededor personas que cantan. Además por poco oído, por poca afición que se tenga a la música, creo que no hay nadie que no haya intentado siquiera una vez en su vida, cantar alguna canción o aire popular. Porque el hecho de cantar, solo o acompañado, constituye verdaderamente una necesidad que el hombre ha sentido en todas las épocas y en todos los sitios de la tierra; una necesidad análoga a la que todos tenemos de gesticular o accionar cuando hablamos, lloramos o reímos...En los niños puede observarse cómo se revela espontáneamente esta necesidad de cantar; el canto es para ellos una forma de distracción y de juego. Esta espontaneidad se va perdiendo a medida que el niño crece; pero debemos observar que, en las sociedades primitivas, los hombres no pierden el hábito de cantar que adquirieron durante su infancia y es por ello por lo que en tales grupos humanos la canción y la música en general desempeñan una función social mucho más noble e importante que en las sociedades más avanzadas o más maduras.

Frente a todos los fenómenos de la naturaleza, lo mismo que en todos los actos importantes de la vida, el hombre ha sabido siempre exteriorizar por medio del canto sus emociones. La enorme variedad de tipos de canciones que existe corresponde, pues, a la no menos extraordinaria variedad de las emociones humanas. La más antigua, la más honda de todas esas emociones, la del hombre ante el misterio de la Divinidad, la emoción religiosa, ha producido por sí sola un vasto repertorio de canciones, en las que se traducen todos los matices de la fe, desde la fe del hombre primitivo que adora al Sol, porque ve en este astro el símbolo de la Divinidad Suprema, hasta la rica fe interior del místico puro y desligado de toda superstición.

Creo que sería muy interesante para todos, comenzar las ilustraciones musicales de esta lección con un ejemplo muy valioso de una de esas canciones religiosas primitivas a que vengo refiriéndome. Se trata de un Himno al Sol de los antiguos habitantes del Perú. Según parece, este himno lo cantan todavía en secreto, algunos grupos indígenas que habitan en ciertas regiones de la sierra peruana. El texto, cuyo original está en idioma quechua, dice así:

Luz esplendorosa, luz radiante,
alumbra a tus hijos.
Sobre el tropel de tus hijos todos, reunidos,
brilla ¡Sol mágico, alúmbralos!
Sobre nosotros tus hijos, congregados,
¡Brilla y reina! ¡Oh Luz, reina
sobre nosotros!

Nótese la gravedad y sencillez de esta melodía, sobre cuya antigüedad no es posible decir nada preciso.[1]

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Himno al Sol de los antiguos habitantes del Perú.

Esta sencilla canción nos revela por lo menos dos cosas importantes:

1) La seriedad que reviste el canto y la música en los pueblos antiguos; el carácter de verdadera plegaria u oración que tienen ciertas melodías sagradas por medio de las cuales exterioriza el hombre sus sentimientos de adoración a la Divinidad.

2) El carácter contemplativo y la espiritual serenidad de los individuos que integraban aquella civilización indoperuana; características raciales que han quedado expresadas con tanta fidelidad, en las pocas notas que constituyen ese Himno al Sol.

He aquí, pues, cómo, oyendo una antigua canción religiosa podemos evocar, tal vez mejor que por medio de cualquier relato histórico, algunas de las altas cualidades morales que debieron poseer aquellos primeros pobladores de nuestro continente, cuya civilización, enclavada en las altas cimas de los Andes, terminó desgraciadamente por desaparecer.

Con este sencillo ejemplo inicial, podemos empezar a darnos cuenta de todo lo que es capaz, de encerrar o de significar una simple canción. Una canción, por trivial que sea, representa siempre una especie de compendio o de síntesis de muchas cosas. En efecto, a través de la canción se llega a expresar un determinado estado de ánimo, que puede ser de tristeza, alegría, exaltación, humorismo, etcétera, o a revelar el medio o la civilización en que dicha canción ha nacido, la época más o menos antigua, más o menos actual a que pertenece, el grado de refinamiento o la vulgaridad de su autor o de los que la interpretan... Todo esto está como aprisionado en las pocas notas de una canción. De allí la infinita variedad de canciones que existen en el mundo, variedad tan grande como la de los mismos tipos humanos. Lo mismo que a los hombres, podemos clasificar a las canciones por nacionalidades; así diremos que hay canciones venezolanas, españolas, peruanas, rusas, chinas, australianas, etc. Cada uno de estos conglomerados humanos vive una vida propia, una vida típica, con hábitos, costumbres maneras de vestir, de comer y hasta de andar que no se parecen a los de ningún otro grupo humano, y cada uno de estos pueblos tiene sus canciones típicas, también inconfundibles. Demos un ejemplo entre los más conocidos de estas canciones eminentemente representativas de un pueblo, de una civilización: la celebrada canción rusa de los Boteros del Volga. En varias ocasiones la hemos oído, porque es una canción que se ha hecho muy popular en todo el mundo, pero hoy, a medida que la escuchemos de nuevo, vamos a tratar de ver en ella la expresión típica o el estado de ánimo especial de cierto grupo humano cuyos idiomas, costumbres, régimen de vida, situación política, etc., son muy distintos de todo lo que a nosotros nos es familiar.

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Canción de los Boteros del Volga. Popular rusa.

¡Qué contraste tan grande vamos a observar ahora si, junto a esta nostálgica canción proveniente de un país de crudos inviernos, situado al este de Europa, oímos en seguida la expresión musical de un pueblo como el español y de una región como Andalucía, tierra meridional, tierra de luz y de sol, habitada por gente vigorosa, de pasiones exaltadas, ojos negros, tez morena, sangre ardiente: todo esto habremos de hallarlo en los hermosos cantares de la Madre Patria, tan admirablemente estilizados por el gran músico español Joaquín Turina.


Joaquín Turina, pianista y compositor español
(Seilla, 1882 - Madrid, 1949)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
“Cantares” de los Poemas en forma de canciones, de Joaquín Turina.

Contrastes tan marcados como el que nos ofrecen estas dos canciones, provenientes de dos pueblos tan diferentes el uno del otro, podríamos hallarlos por centenares si nos pusiéramos a espigar en el repertorio que nos brinda cada país de la tierra. Sería este un viaje musical tan pintoresco como darle la vuelta al mundo. Pero hay todavía algo más interesante que observar, y es que no necesitamos salir de un mismo país para encontrar notables diferencias de estilo entre los varios tipos de sus canciones. En efecto, así como cada región o provincia tiene sus características geográficas, así tiene también cada una de ellas su expresión musical propia, la cual se traduce en canciones y aires de danzas peculiares.

Ya que tuvimos la buena idea de meternos en España, país rico en canciones, permanezcamos un rato más allá, pero no en el sur, Andalucía, sino subamos ahora hacia el norte, internémonos en la región vasca y oigamos una de esas alegres canciones corales que son a la vez aires de danzas populares: nos dará la impresión de que hemos penetrado en otro país. Me refiero a la danza vascuence titulada Biri-Biri, de una alegría franca y campechana.

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Biri-Biri, danza vasca.

Toda esta gran variedad de canciones la observamos tomando en cuenta únicamente esa primera clasificación muy general que hemos hecho, basada en la geografía; es decir, reconocemos que hay tantos estilos y géneros de canción como países en el mundo. En las lecciones sucesivas hablaré de otras muchas clasificaciones que pueden establecerse. Y todo esto será para demostrar cómo la canción representa verdaderamente un mundo, un mundo sonoro en el cual se revelan hasta los más mínimos matices del sentimiento humano, en toda su variedad de expresiones, desde los más vulgares y rastreros hasta los más puros y sublimes. Da tristeza por ello, contemplar la profunda ignorancia que demuestra la mayoría de la gente respecto a lo que es la música; y no digamos la alta y refinada música, sino la simple música corriente, esta sencilla canción popular de la que estamos tratando. El deplorable ambiente moral y estético en que vivimos ha terminado por crear tal estrechez de criterio en infinidad de hombres y mujeres, que éstos se muestran incapaces de extender su visión de lo que es la música y el arte en general, un poco más allá del círculo limitadísimo en que los mantiene encerrados la frivolidad del medio circundante.

¿Qué otra cosa puede significar, por ejemplo, ese fervoroso entusiasmo popular o populachero que despiertan infaliblemente ciertas canciones que de la noche a la mañana comienzan a difundirse con extraordinaria facilidad y rapidez, canciones de un sentimentalismo ridículo o de una vulgaridad intolerable, qué otra cosa, digo, puede significar eso sino una ausencia total de gusto y una facilidad asombrosa para dejarse conquistar, dominar por las apariencias de todo aquello que se nos quiere hacer pasar como fino bombón artístico? Convengo en que no es posible dejar de oír a menudo ciertas músicas muy tontas o muy vulgares —pues no vivimos ni tenemos esperanza de vivir por ahora en el Edén ni en mundo que se le parezca—, pero una cosa es ver en esa música una de tantas modas sin importancia ni trascendencia alguna, y otra cosa desvivirse por escucharla en todo momento, como si ella fuera algo así como una revelación o el non plus ultra de lo bueno. No exagero. Sé de gente, por ejemplo, que se indignó —literalmente indignada— cuando supo que se había dado una orden para prohibir que se siguieran trasmitiendo por radio ciertas vulgares canciones de moda. No es mentira: alguien exclamó textualmente: “¡Bendito sea Dios! ¡Esto es lo que se llama un país democrático...!”.

Ciertamente, es lamentable que haya ciudadanos que se apesadumbran tanto porque no pueden seguir oyendo cantar canciones de esa índole. Mucho más gusto nos daría, según creo, otra clase de demócratas: aquellos, por ejemplo, que se quejaran de que jamás se oye en ninguna parte entonar canciones patrióticas en las que se ensalcen las virtudes de una República tan gloriosa y viril como la nuestra. Contra ese deplorable estado de cosas hay que ir reaccionando poco a poco. El alma de un pueblo se revela de muchas maneras y en muchas cosas, a veces en cosas que son en apariencia insignificantes, cosas a las que no suele uno atribuirles importancia alguna. Así sucede, por ejemplo, con los cantos o la clase de música por la que muestra predilección ese pueblo. Parafraseando un refrán célebre, podríamos decir: “Dime lo que cantas y te diré quién eres”. De aceptar esto como una verdad, sería muy interesante iniciar una especie de encuesta para averiguar lo que a la mayoría de nuestros compatriotas le gusta cantar u oír cantar. Es de presumir que el resultado de tal investigación no sea muy halagador, pero no me parece que a la gente le sea tan difícil esmerarse un poco en refinar sus gustos artísticos. El todo es sentir la necesidad de ello. ¿Y cuándo habremos de sentir esta necesidad? Tan luego como empecemos a darnos cuenta de que hay muchas cosas hermosas en el mundo que están siempre a nuestra disposición, a disposición de todos.

En el curso de esta lección he tratado de señalar, por medio de marcados contrastes en los ejemplos musicales, las diferencias tan notables que existen entre las canciones de uno u otro país. Podríamos, asimismo, hallar no menos variedad si nos pusiésemos a comparar la forma y el espíritu de la canción según las diferentes épocas históricas en que ésta ha florecido. Y esta variedad la hallaremos siempre dentro de cualquier tipo de clasificación que establezcamos. Todo lo cual puede ser materia para las lecciones venideras. No quisiera terminar, sin embargo, sin ofrecer un último contraste, tan interesante como los que hasta ahora he señalado. Hace un rato hablé de cómo puede una canción traducir la íntima emoción religiosa del hombre primitivo y di un curioso ejemplo de música incaica en el que se manifiesta elocuentemente esta clase de emoción superior. Pues bien, pasemos ahora del indio al negro y veamos cómo manifiesta musicalmente este último sus sentimientos religiosos. La diferencia es tan grande como la que separa, en todo sentido, a estas dos razas tradicionales. Oigamos una de esas canciones típicas llamadas spirituals que cantan los negros de Norteamérica. Con esta clase de canciones, provenientes de la época infausta de la esclavitud, el negro se dirige a Dios para expresarle sus sentimientos de devoción y sus esperanzas de llegar a alcanzar algún día la anhelada libertad.

De esta manera concluiremos esta rápida excursión preliminar, tan llena de sorprendentes contrastes, que hemos emprendido a través del país de la canción. Próximamente seguiremos explorando otros parajes de ese mundo tan poblado y tan lleno de sorpresas. Un dato curioso que ruego observar a propósito de este spiritual: nótese cómo algunos elementos de esta música ingenua, no obstante ser ella de inspiración religiosa, han pasado nada menos que a la música del jazz: ciertas síncopas, ciertos giros melódicos... Todo esto es sumamente interesante.

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Swing low sweet Chariot. Spiritual negro de los Estados Unidos.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

1.- Nos ha sido imposible identificar y ubicar alguna grabación, partitura o referencia sobre este himno en la discografía moderna o entre diversos escritos musicológicos que tratan sobre el tema. Desconocemos la fuente de donde Plaza toma la información y la grabación. [Regresar]

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
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