IV
La canción en la ópera y el ballet
A partir de la época del Renacimiento, el desarrollo que
ha adquirido la canción es verdaderamente prodigioso. Esta no sólo ha
venido sufriendo toda suerte de transformaciones, según las épocas y
los países, sino que ha penetrado o dejado sentir su influencia en todos
los géneros musicales, aun en aquellos que aparentemente nada tienen
que ver con ella.
En esta oportunidad quiero dedicarme a tratar sobre la
penetración e influencia de la canción en el género de la ópera. Es
este un tema que podemos ilustrar con ejemplos musicales sumamente interesantes
a la vez que muy comprensibles para todos.
Es en Italia, o mejor dicho en Nápoles, donde hallamos los
primeros compositores que supieron sacarle partido a la introducción
de la canción en la ópera. El napolitano, por su espíritu alegre, despreocupado,
jocoso, estaba llamado a crear un tipo especial de ópera: el de la llamada
ópera bufa, género que tan pronto como nació se divulgó, se popularizó
de una manera increíble en toda Europa, sobre todo durante el siglo
XVIII.
La abundancia de arias o dúos de estilo ligero es uno de
los factores que le imprimen un sello característico a este gracioso
género de ópera; sin dichos factores no habría nunca alcanzado la ópera
bufa su inmensa popularidad. Pues bien, no otra cosa, sino el espíritu
de la canción, es la que hallamos como fuente inspiradora de toda esa
infinidad de arias ligeras, graciosas, humorísticas, que constituyen,
sin duda, el mayor atractivo de la ópera bufa. Ante la avalancha de
estos operistas napolitanos, de estos simpáticos embajadores de la risa
y del buen humor en todos los teatros y todas las cortes europeas, la
ópera seria, con su abuso de argumentos nostálgicos, su refinamiento
y su etiqueta, empezó a adquirir cierto aire de cosa fastidiosa y como
pasada de moda. No era esto ciertamente lo que podía satisfacer al público,
sino diversiones más naturales e ingenuas. Y fue, pues, así cómo Francia
comenzó también a ofrecerle a su público un nuevo tipo de ópera: la
ópera cómica francesa en forma de vaudeville; Alemania su singspiel,
especie de opereta; y España sus tonadillas y zarzuelas. Ninguno de
estos géneros podría existir si como elemento básico de cada uno de
ellos no colocamos la canción, la humilde canción de extracción más
o menos popular. Y este carácter popular de la canción implica, por
otra parte, que ésta tiene a la vez que ser, forzosamente, nacional.
Es fácil de advertir, en efecto, que lo popular y lo nacional están
siempre indisolublemente ligados. Gracias a esta característica propia
de la canción, se debió, por consiguiente, también, el que cada país
tuviera su ópera nacional. El problema más grave se presentó cuando
cada país quiso tener también su ópera seria nacional. Una de las mejores
maneras de resolver este problema consistió en darle cabida también
a la canción, o por lo menos a muchos de sus elementos, en la ópera
seria, así como había sucedido ya en la ópera bufa. Por medio de ejemplos
musicales me propongo demostrar cómo han efectuado algunos compositores
la penetración de la canción en la ópera seria y cómo esta penetración
ha contribuido a vivificar este género, a darle mayor claridad y carácter
nacional inconfundible.
Mozart fue el primero en lograr imprimirle a la ópera alemana
un sello auténticamente nacional. Su ópera La Flauta Mágica,
a pesar de presentarse como ópera seria, con su extraño y fantástico
argumento, contiene muchos trozos que más bien parecen haber sido compuestos
para un singspiel, ese tipo especial de ópera cómica alemana que mencioné
hace poco. Por puro que sea el estilo de las melodías creadas por Mozart
en esta ópera, no puede dejar de advertirse constantemente en ellas
una inspiración netamente popular, hasta el punto de que a veces resulta
difícil precisar dónde comienza la música que pudiéramos decir puramente
artística y dónde termina la de índole popular. El trozo final del primer
acto de la ópera La Flauta Mágica, comienza con un dúo, uno de
esos dúos de Mozart, de una gracia y espontaneidad exquisitas, al cual
le sucede una cancioncita popular, a tres voces, con acompañamiento
de glocken-spiel, instrumento que fue Mozart uno de los primeros en
usar en la orquesta, y que consiste en un juego de timbres o de pequeñas
barras de acero. Terminado este coro, viene otro dúo, cuya melodía es
también de estilo francamente popular, popular alemán. La Flauta
Mágica, considerada por Beethoven como la obra maestra de Mozart,
contiene muchas melodías de ese mismo tipo, basadas en la canción alemana
y a ello se debe en buena parte la gran originalidad de esta obra, la
primera en abrirle el camino a la ópera nacional alemana.

Wolfgang Amadeus Mozart, compositor austríaco
(Salzburgo, 1756 - Viena, 1791)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Final del primer acto de la ópera La Flauta
Mágica, de Wolfgang Amadeus Mozart.
Después de Mozart, el músico que más se preocupó por darle
carácter nacional a la ópera en Alemania, fue Weber. El estilo romántico
de este compositor y los argumentos que escogió para sus óperas, favorecería
en todos sentidos la intervención de la canción en dichas óperas. Los
rasgos típicos de la melodía popular del pueblo alemán supo Weber aprovecharlos
muy bien, particularmente en su ópera tituladas El cazador furtivo (Der Freischütz, en alemán), estrenada en 1821. De esta ópera
oigamos como ejemplo una canción coral, de estilo muy popular: el "coro
de los cazadores". Es una alegre y vigorosa canción, un brindis que
entonan los cazadores durante un banquete que se celebra en un sitio
muy pintoresco. En ella se ensalzan los placeres de la cacería y el
ardor y audacia del cazador.

Carl Maria von Weber, compositor alemán
(Oldenburgo, 1786 - Londres, 1826)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Coro de los cazadores de la ópera Der Freischütz (El cazador furtivo), de Carl María von Weber.
Durante el siglo XIX vemos constituirse en Europa las distintas
escuelas nacionales. Países que hasta entonces habían permanecido al
margen de la actividad musical europea, comienzan a despertar; y ese
mismo deseo de crear la ópera nacional que vimos manifestarse en Alemania,
lo vemos manifestarse también en Rusia, los países escandinavos, Bohemia,
Hungría, España, etc. La enorme influencia ejercida por la ópera italiana
en todos estos países, va disminuyendo a medida que los compositores
van hallando en la música popular de sus respectivas naciones, una fuente
de inspiración capaz de producir obras de significación artística. La
canción, bajo todas sus formas, constituye, desde luego, un elemento
valioso para la elaboración de todas o casi todas las numerosas óperas
surgidas al calor del movimiento musical nacionalista.
Entre los operistas rusos del siglo XIX, Mussorgsky es el
más genial y representativo de todos. Su ópera Boris Godunov,
de un realismo impresionante, es no sólo la expresión más acabada del
alma rusa, sino una de las obras maestras de toda la historia musical.
Por ello, pues, he escogido una de las canciones pertenecientes a dicha
ópera, como nueva ilustración del tema sobre el cual vengo tratando.
El trozo musical a que me refiero es la “Canción de Varlaam”, que se
encuentra en el primer acto de la citada ópera Boris Godunov,
de Mussorgsky. La escena representa una hostería cerca de la frontera
lituana. Varlaam, huésped transitorio de esa hostería, con un vaso de
vino en la mano, canta esta original canción, de carácter específicamente
ruso, en la que se narran con sarcasmo las crueldades del zar Iván.

Modest Mussorgsky, compositor ruso
(Karevo, 1839 - San Petersburgo, 1881)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
“Canción de Varlaam”, del primer acto de la ópera Boris Godunov de Modest Mussorgsky.
Otro bello ejemplo de canción extraída del extenso repertorio
operístico de la escuela rusa del siglo pasado, nos lo ofrece la "Canción
del huésped vikingo" que se encuentra en el cuarto cuadro de la ópera
o, más bien, de la leyenda lírica Sadko, del compositor Rimsky-Korsakov.
Vikingo es el nombre que se daba a ciertos piratas escandinavos que
recorrieron todas las costas de Europa hace muchos siglos. En esta canción
el vikingo narra los peligros que lo acechan en su vida aventurera,
siempre en lucha con el mar y con los hombres. Es una canción muy expresiva,
de una expresión muy noble.

Nicolai Rimski-Korsakov, compositor ruso
(Tichvin, 1844 - Lyubens, 1908)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
“Canción del huésped vikingo”, del cuarto acto
de la ópera Sadko de Nicolai Rimsky- Korsakov.
Así como estos, podrían citarse muchos otros ejemplos de
óperas nacionales del siglo XIX, en las que la canción no deja nunca
de aportar su preciosa cooperación, y si llegamos hasta el presente
año 1939, fácil nos será advertir también la presencia de la canción,
no sólo en las óperas más recientes, sino también en otros géneros,
tales como el ballet, que ha alcanzado gran desarrollo en las últimas
décadas. En España, por ejemplo, Manuel de Falla nos ha dado en su célebre
ballet El amor brujo, una de las adaptaciones más felices de
la canción a este interesante género musical. La música de El amor
brujo está inspirada en los cantares de los gitanos andaluces. La
partitura es casi toda de música instrumental; el canto interviene pocas
veces y siempre en forma de canciones o coplas populares. Con esto el
compositor ha logrado introducir una gran variedad en su obra, sin que
ésta pierda por ello su carácter de ballet, o sea, de acción escénica
mímica y danzable.
Para concluir esta lección voy a referirme a dos canciones
de El amor brujo, de Manuel de Falla. La primera se titula “Canción
del amor dolido”; la segunda “Canción del fuego fatuo”. Ambas son del
más puro estilo gitano y su perfecta realización nos indica todo lo
que un compositor moderno y genial es capaz de hacer con la canción
cuando ha sabido extraer de ella sus más recónditos secretos, su más
pura esencia.
Este nuevo aspecto de la canción sobre el cual he tratado
hoy, es quizás uno de los menos conocidos, no obstante el gran interés
que encierra. Como ya habrá podido advertirse a través de los ejemplos
musicales que he dado, la canción en la ópera desempeña casi siempre
un papel análogo al que desempeña en la vida: interviene principalmente
como un elemento de distracción a la vez que sirve maravillosamente
para expresar, de manera espontánea y sencilla, determinados sentimientos.
Pintoresca, sentimental, guerrera, humorística... comoquiera que ella
sea, la canción en la ópera, cuando se la emplea oportunamente, introduce
variedad en el conjunto y le da como mayor vida o realidad a la acción
que se representa en la escena.

Manuel de Falla, compositor español
(Cádiz, 1876 - Altagracia, Argentina, 1946)
Ejemplos musicales:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
“Canción del amor dolido” de El amor brujo de Manuel de Falla.
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
“Canción del fuego fatuo” de El amor brujo de Manuel de Falla.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |