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El Lenguaje de la Música
(Lecciones populares sobre música)

Juan Bautista Plaza

XVI
Música de danza

En anterior oportunidad di una breve explicación de lo que es la suite instrumental. Es mi intención seguir tratando de este género musical en lo sucesivo; antes, sin embargo, conviene hacer algunas consideraciones generales sobre la música de danza, ya que, como dije, es esta clase de música la que ha servido para la elaboración de la suite clásica, la suite de los siglos XVII y XVIII.

Tan vasto, tan variado y tan interesante como el repertorio de la canción es el repertorio de los aires de danza. Muchas de las consideraciones que hice a propósito de aquel género musical, podrían igualmente aplicarse a los aires de danza. Cada país tiene, en efecto, además de sus canciones populares, sus danzas típicas. Tan propio es el carácter nacional de algunas de estas danzas, que a veces toman su nombre del país de donde provienen, así decimos: una polonesa, una siciliana, una alemana, etc. Por lo que respecta a la antigüedad de la danza, sólo cabe decir que es tan vieja como la humanidad. Hay que agregar, además, que en todos los pueblos primitivos la danza desempeñaba un papel muy distinto al que desempeña el baile en nuestros días. La misma substitución que hacemos de la palabra danza por la palabra baile, implica esta diferencia esencial a que me refiero entre el concepto antiguo de este arte y el moderno. Cuando hoy decimos baile, todos entendemos que se trata de una forma de danza más o menos popular cuya única finalidad es la de provocar un rato de entretenimiento. El baile es una simple distracción, su función es ésa: distraer, regocijar el ánimo. Es el número obligado de toda fiesta social. Por otra parte, no se practica hoy día otra clase de baile sino la del baile por parejas; el baile individual o la danza colectiva, como entretenimiento social han desaparecido casi por completo. Es lógico que a esta clase de baile, el más sencillo que pueda darse, corresponde un género de música que es también de una extrema sencillez, o mejor dicho, de un inconcebible primitivismo. No podría, verdaderamente, ser otra la clase de música destinada a acompañar a unos bailadores tipo standard, cuya única habilidad consiste en saber ejecutar dos o tres pasos de moda, los cuales pueden aprenderse en una noche, sin necesidad de emprender estudios especiales. Para saber bailar no hace falta hoy ni siquiera tener un poco de oído y mucho menos saber música, esto se sabe demasiado.

Baile y danza no son, pues, dos palabras del todo sinónimos como pudiera creerse fácilmente. A nadie se le ocurre decir: vamos a danzar una rumba; sino vamos a bailar una rumba; todos, en cambio, dirán que la célebre artista rusa Ana Pavlowa danzaba divinamente la danza de El cisne, y no que bailaba el baile de El cisne, de Saint-Saëns. La palabra danza implica bien sea un baile de cierta calidad artística, o bien cierta forma primitiva de baile; hoy día la palabra baile la aplicamos casi exclusivamente al tipo de danza popular corriente —el baile del joropo, por ejemplo—, o bien a las danzas de sociedad que están de moda en todas partes: se baila el vals, la rumba, el tango, la conga, etc.

Muy distinta, dijimos, era la función de la danza en épocas pretéritas. Esta ofrecía una infinita variedad de formas y durante muchos siglos tuvo una significación exclusivamente religiosa, cuando no un carácter mágico o ritual, como todavía sucede entre ciertas tribus aborígenes que han permanecido al margen de nuestra civilización. Los egipcios, los hebreos y los griegos casi no conocieron sino la danza sagrada. Esta constituía una especie de misterio o de ceremonia inspirada en ritos mágicos. Casi todas esas danzas eran colectivas, esto es, no se danzaba por parejas, como ahora, ni tampoco solía ser un solo individuo quien ejecutaba la danza, sino todo el grupo de los concurrentes, de acuerdo con las reglas propias de cada una de aquellas danzas. En los países civilizados quedan todavía algunas danzas regionales de este género: las ya citadas rondas infantiles entre otras. Es sabido que hasta principios del siglo XX estuvieron de moda entre nosotros la cuadrilla y los lanceros, que también son danzas colectivas.

El tema de la música de danza es tan vasto, que sólo podremos abordar en esta ocasión uno de sus aspectos. Consideremos en primer término la danza popular y veamos de qué manera algunos compositores han dignificado este género creando verdaderas obras de arte con elementos de tan humilde origen. Esto nos ayudará poco a poco a ir comprendiendo el valor musical que encierran los aires de danzas y cómo la atención prestada por los grandes compositores a este género de música ha determinado la creación de muchas de las formas instrumentales más elevadas que existen, la suite, entre otras.

El primer ejemplo musical que voy a comentar es uno de los más sencillos. Resultará, además, particularmente interesante para nosotros los venezolanos, pues se trata de una composición de uno de nuestros más gloriosos artistas: el vals titulado Mi Teresita, por Teresa Carreño. Esta modesta pieza compuesta para piano por una de las más grandes pianistas que han existido, no es más que un sencillo vals en dos partes. La única estilización —llamémosla así— que allí observamos, consiste en el carácter eminentemente pianístico con que dicho vals ha sido concebido por su ilustre autora. Prescindamos por el momento del origen austroalemán de esa danza especial denominada vals y consideremos tan sólo nuestro vals criollo, el de tipo lento, sentimental. Es evidente que este vals popular nuestro no tiene nada que ver con el piano, instrumento de salón, nada popular desde luego. Componer, pues, un vals para piano en forma tal que resulte una pieza netamente pianística, que muy bien puede figurar en el programa de un recital artístico, aun cuando dicha pieza no pretenda ser una gran obra de arte, equivale a sacar el vals del ambiente original en que vive para incluirlo en una categoría musical más artística. La música del vals, de simple acompañamiento de un baile que era, se convierte aquí en música instrumental pura. Se me dirá que este vals de la Carreño se puede también bailar, y es cierto, pero su finalidad no es la de servir de acompañamiento, sino la de ser oído como una pieza para piano, al igual de muchas otras, esto es, como una pieza de música instrumental pura. Creo que con este ejemplo se entenderá bien cómo un simple aire de danza popular puede ser realzado hasta la categoría de arte, mediante ciertas transformaciones y modificaciones de estilo que sufre al caer en manos de un artista. Más adelante ofreceré otros ejemplos aún más valiosos y significativos de estas transformaciones. [1]


Teresa Carreño, pianista y compositora venezolana
(Caracas, 1853 - Nueva York, 1917)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Mi Teresita, vals de Teresa Carreño.

El vals es un baile fino, es relativamente uno de los más finos entre los bailes populares y de salón; tanto es así que en los días actuales (1940) ha caído casi por completo en descrédito, suplantado por otros bailes más cónsonos con la vulgaridad reinante. No se crea, sin embargo, que los compositores, los artistas de calidad, no son capaces de realzar también la música de los bailes más vulgares. Voy a ofrecer un curioso ejemplo de ello. Existe o existía en Norteamérica una danza originaria de ciertas tribus de indios, que luego fue adoptada por los negros de las regiones del sur de los Estados Unidos. Esta alegre danza de ritmo algo caprichoso y como entrecortado, se llama Cake-Walk, que quiere decir algo así como Danza de la Torta. Este baile estuvo muy en boga en Europa a principios del siglo XX. A ello se debió, sin duda, que todo un compositor de la categoría de Claude Debussy le prestara tanta atención, que se decidió a componer un humorístico “Cake-Walk”, el cual forma parte de la célebre colección de piezas para piano titulada El rincón de los niños (Children’s corner). Lo que más hemos de admirar en esta corta pieza es la manera tan fina cómo logra Debussy espiritualizar un ritmo tan corriente y vulgar; música esta que fue —hay que observarle— como el primer anuncio del todopoderoso jazz que pocos años después invadió Europa y el mundo entero.


Claude Debussy, compositor francés
(Saint-Germain-En-Laye, 1862 - París, 1918)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
“Cake-Walk” de Children's corner (El rincón de los niños), de Claude Debussy..

Las danzas populares típicas de algunos países de Europa, han sido una de las más ricas fuentes de inspiración para los compositores de las modernas escuelas nacionalistas. Por obra de algunos de estos compositores geniales, se han transformado aquellas danzas en verdaderas obras de alto valor instrumental. Toda la riqueza de la orquesta sinfónica de nuestros días se ha puesto al servicio de formas musicales de condición más que humilde.

Entre el fárrago de composiciones de esta índole que existen, me referiré a una sola a manera de ejemplo. En España, Bohemia, Rusia, Noruega, por no citar sino los países más fecundos en dicha clase de música, sobra repertorio donde escoger. Casi al azar, pues, puede decirse he escogido una de las Danzas eslavas del famoso compositor bohemio Antonin Dvorak, del siglo XIX. Es la Danza en Mi menor Nº 2, danza característica de aquella región de la Europa Central. Alternan constantemente en dicha danza, como podrá observarse, los pasajes lánguidos, impregnados de melancolía, con los ritmos vivos que acompañan los movimientos frenéticos del baile. Esta obra de Dvorak, que es una página orquestal de primer orden, representa indudablemente un tipo nuevo de música instrumental muy sugestiva.


Anton Dvorak, compositor checo
(Bohemia, 1841 - Praga, 1904)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Danza eslava N° 2, en mi menor, de Antonin Dvorak.

Si quisiéramos ahora referirnos al compositor que ha logrado tal vez llevar al más alto grado de refinamiento los típicos aires de danzas de su país, el nombre que inmediatamente se nos ocurre es el del polaco Frédéric Chopin. En la abundante producción musical de este gran pianista-compositor del siglo XIX, ocupan un lugar importante sus polonesas y mazurcas, que son danzas oriundas de su tierra. La influencia de tales obras en la producción pianística y en la música instrumental de los compositores nacionalistas del siglo XIX ha sido inmensa. Podrá notarse cómo se trasluce algo de esa influencia hasta en el vals de Teresa Carreño a que me referí hace poco. Nunca, antes de Chopin, la sencilla música de danza había merecido ser tan regiamente tratada por un pianista hasta el punto de quedar desde entonces incluida entre las obras más importantes del repertorio de todos los grandes virtuosos del piano.

En la Polonesa en La bemol mayor, opus 53, Chopin no se conforma con seguir los ritmos y el estilo de la danza original, sino que ha querido además expresar musicalmente en ella todos los arrebatos de su ardiente patriotismo, mientras él se hallaba en Francia. Polonia atravesaba entonces una de las crisis más dolorosas de su historia: acababa de perder su libertad.


Frédéric Chopin, pianista y compositor polaco
(Varsovia, 1810 - París, 1849)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Polonesa en La bemol mayor, opus 53, de Fréféric Chopin.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

1.- Para su programa de radio, Plaza leyó el siguiente texto que tiene que ver directamente con la versión discográfica que él puso a disposición del público: "Existe el vals Mi Teresita, tocado, aunque parezca mentira, ¡por la propia Teresa Carreño! Se trata simplemente de la regrabación por la casa Odeón de un disco muy antiguo, nada menos que de 1905 en el cual, afortunadamente, se conservaba impreso este precioso recuerdo de la ejecución pianística de la Carreño. Hay que convenir en que la técnica fonográfica ha llegado a realizar hoy día verdaderos milagros de resurrección". [Regresar]

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
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