XXII
La sinfonía clásica. El movimiento lento.
Haydn, Mozart, Beethoven
Hemos nombrado repetidas veces la palabra sinfonía, pero
limitándonos a dar de su significado explicaciones muy generales. Ahora
vamos a precisar un poco más el sentido de este vocablo y de sus diferentes
acepciones. Los que no son músicos o los que no tienen alguna cultura
musical, suelen aplicar las palabras sinfonía, sinfónico en una forma
casi siempre incorrecta, precisamente por que ignoran las diferentes
acepciones que tienen estos vocablos en el campo de la música. Resulta,
por ejemplo, un disparate de marca mayor decir que tal o cual pianista
o violinista se destacó por las cualidades sinfónicas de su ejecución,
o que oímos una pieza en la cual había riqueza y sinfonía de tonos [1].
La palabra sinfonía por su significado etimológico, equivale
a resonancia simultánea de sonidos o de voces. En la antigua Grecia,
que es donde hay que buscar el origen de la mayor parte de los términos
que usamos en la música, le daban a la palabra sinfonía un significado
técnico preciso, muy distinto del que le damos hoy. Pero, pasemos por
alto ya que no viene al caso, las sucesivas acepciones que tuvo este
vocablo en el correr de los tiempos y lleguemos a la época en que, con
la palabra sinfonía comenzó a designarse cierto género especial de música
instrumental. Ello fue hacia los comienzos del siglo XVII, o sea en
la época durante la cual comenzaron a agruparse toda clase de instrumentos
para formar pequeños conjuntos orquestales. Fue entonces cuando comenzó
a establecerse el uso de denominar sinfonías a cierto género de sonatas
primitivas que figuraban como preludios o intermedios en obras de estilo
vocal, tales como óperas, oratorias o cantatas. En este sentido, sinfonía
viene a ser sinónimo de obertura, acepción que todavía conserva en algunas
ocasiones. En efecto, de vez en cuando vemos que, al publicarse el programa
de un acto, en el cual figuran algunos números de orquesta, el primero
de dichos números aparece bajo este título: sinfonía por la orquesta,
esto es, obertura, preludio por la orquesta.
Junto a esta clase de sinfonía breve, sinónimo de obertura,
apareció en el siglo XVIII, también con el nombre de sinfonía, otro
género de composición instrumental de vastas proporciones y cuyas dos
principales características son: el constar de varias piezas o movimientos
independientes, pero a la vez encadenados de tal manera que el orden
en que éstos han de efectuarse no debe alterarse, pues de lo contrario
sufriría graves perjuicios el plan y la unidad esencial del conjunto;
y el no servir de obertura o introducción a ninguna ópera u obra por
el estilo, sino ser una obra musical completa en sí, y destinada a ser
escuchada como tal. Cuando una composición responde a este plan y tiene
esta finalidad, se le denomina: sinfonía, si ha de ser ejecutada por
una orquesta —por una orquesta sinfónica, precisamente—; cuarteto, si
han de ser cuatro solistas los ejecutantes; al decir cuarteto de cuerdas
se entiende generalmente que éste está compuesto por dos violines, una
viola y un violoncelo, por ser ésta la combinación que pudiéramos llamar
clásica de tales instrumentos de arco; si son tres o cinco los instrumentos
solistas que ejecutan este mismo género de composición a que venimos
refiriéndonos, tendremos entonces las denominaciones de trío y quinteto,
respectivamente. Ahora bien, por extraño que parezca, esta misma clase
de composición en varias partes y con las mismas características que
hemos indicado, se denominará sonata si ha de ser ejecutada por un solo
instrumento: el piano, por ejemplo, o bien dos instrumentos diferentes:
piano y violín, por ejemplo. Por último, cuando este mismo género de
composición, algo modificado, ha de ser ejecutado por un solista —pianista,
violinista, flautista, etc.— con acompañamiento de orquesta, se le denomina
entonces: concierto. Así, pues, se dirá: concierto para piano o para
violín, etc.
Como puede observarse, todas estas denominaciones de sinfonía,
cuarteto, sonata y concierto, han llegado a adquirir un significado
bastante preciso; todos estos términos designan un género de música
basado en un plan más o menos semejante, cuyas principales características
apuntamos hace poco al referirnos a la sinfonía. La composición de este
plan no tiene nada de difícil ni de abstruso, como luego iremos viendo
a medida que vayamos desarrollando este importante tema.
Hecha esta indispensable aclaratoria, prosigamos nuestros
comentarios sobre la sinfonía clásica. Se recordará que, por razones
de mayor claridad en la exposición, comenzamos por hablar del minuet,
reemplazado más tarde por el scherzo. Dijimos que de los cuatro movimientos
que integran una sinfonía, el minuet o el scherzo corresponden generalmente
al tercero de estos movimientos. Las ilustraciones musicales que de
ellos ofrecimos juzgamos que eran suficientes para dar una idea de su
estilo y sus características.
Ahora vamos a empezar a ocuparnos de otro de los movimientos
de la sinfonía clásica: el segundo, al cual suele denominársele adagio,
andante, largo, larghetto. Se trata, como lo indican estas palabras,
de un trozo musical de movimiento lento, pausado, de expresión más o
menos serena o noble. Mientras en los demás movimientos de la sinfonía
y particularmente en el tercero y el cuarto prevalecen los ritmos de
danzas, más o menos vigorosos o festivos, en el adagio o segundo movimiento
predomina el canto, la melodía expresiva, de carácter vocal. El canto
puro y todo lo que a él se asemeja también se ha infiltrado en la sinfonía.
Sólo que quienes allí cantan no son voces humanas sino voces de instrumentos
que no por ser más artificiales son menos bellas y melodiosas. Haber
logrado que un instrumento fabricado por la mano del hombre llegue a
cantar con tanta dulzura y expresión como si fuera una voz humana, es
ciertamente una de las más trascendentales conquistas del arte musical.
En esa interminable serie de maravillosos adagios pertenecientes a las
sinfonías de los más grandes compositores, han vertido éstos lo más
noble de su inspiración, sus sentimientos más íntimos y todo el lirismo
que brota de sus almas. Tales adagios son cantos en los que se traduce
el mundo interior del artista. Ellos se presentan en la sinfonía bajo
formas muy diferentes. A veces se desarrollan como una especie de romanza
o de lied —palabra que quiere decir canción en alemán—, o bien bajo
la forma de un simple tema o breve melodía, la cual le sirve luego al
compositor para elaborar sobre ella toda clase de variaciones.
No podemos detenernos a exponer, todas las formas que reviste
el adagio o movimiento lento en la sinfonía clásica. Como ilustraciones
musicales relativas al tema que venimos tratando, comencemos oyendo
el adagio de una de las numerosas sinfonías de Haydn, quien ha sido
llamado el padre de la sinfonía, no porque fuese él, propiamente, el
inventor de esta forma musical, sino por haber sido el primero en llevarla
a un alto grado de desarrollo y de clásica perfección.
La sinfonía de Haydn cuyo segundo movimiento es el adagio
que recomendamos escuchar, es la número 99, o sea, la misma sinfonía
a la cual pertenece aquel bello minuet que tuvimos ocasión de comentar
anteriormente. El tema melódico con el que se inicia este adagio es
de una expresión muy plácida, muy serena, como la de tantos otros temas
del mismo compositor. En el curso de su desarrollo, la música no conserva,
sin embargo, el mismo carácter de serenidad; por momentos se hace más
patética en su expresión, lo cual contribuye a imprimirle a este magnífico
adagio cierto carácter dramático, altamente sugestivo.

Franz Joseph Haydn, compositor austríaco
(Rohrau, 1732 - Viena, 1809)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Andante con moto del Concierto para piano y
orquesta N° 4, en Sol mayor, opus 58, de Ludwig van Beethoven.
A continuación vamos a sugerir la audición del andante de
un concierto para piano de Mozart. Se trata del célebre Concierto
en re menor de este insigne compositor. Mozart le ha dado a este
andante el nombre de romanza. El suave y melodioso tema con que se inicia
lo ejecuta el piano solo, al cual le responde luego la orquesta. Hay
que observar que, tratándose de un concierto, es menester hacer destacar
de vez en cuando al solista. Así, pues, en la parte central de esta
romanza, oímos especialmente al pianista ejecutar difíciles pasajes,
mientras la orquesta permanece en segundo plano, como simple acompañante
de aquél. Todo este trozo es de una gracia exquisita, esencialmente
mozartiana. Si tan perfecto es en su forma como el adagio de Haydn mencionado
anteriormente, resulta en cambio radicalmente diferente esta obra, no
sólo por su estilo, sino también por el carácter y la frescura de su
inspiración.

Wolfgang Amadeus Mozart, compositor austríaco
(Salzburgo, 1756 - Viena, 1791)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Romanza del Concierto para piano y orquesta
Nº 20, en re menor, K. 466, de Wolfgang Amadeus Mozart.
Si después de haber escuchado a estos dos grandes clásicos
del siglo XVIII, pasamos ahora a Beethoven, hallaremos que este poderoso
genio creador introduce en sus adagios una expresión cada vez más honda,
más íntima y personal. En sus últimos cuartetos de cuerda, sobre todo,
nos ha dejado Beethoven algunos adagios de una profundidad y una belleza
verdaderamente sublimes. El movimiento señalado con el nombre de lento
assai, que aconsejamos oír, pertenece justamente al Cuarteto N° 16,
que fue el último de los que compuso Beethoven. En una sola palabra
podemos resumir lo que en este sereno movimiento quiso, tal vez, el
compositor expresar: la resignación. Ningún conjunto se presta tanto
como el cuarteto de cuerdas para traducir en forma tan íntima los más
elevados sentimientos de un compositor; ese fondo místico que hallamos
en todas las almas grandes, y que las hace aparecer tan serenas y luminosas
en los días postreros de su existencia.
Este último ejemplo nos enseñará maravillosamente, cómo
llegó a transformarse el adagio en un trozo musical intensamente expresivo
al ser tratado por Beethoven.

Ludwig van Beethoven, compositor alemán
(Bonn, 1770 - Viena, 1827)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Lento assai del Cuarteto N° 16, en fa mayor,
opus 135, de Ludwig van Beethoven.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- Expresiones como "cualidades sinfónicas de su
ejecusión" y "sinfonías de tonos", así como otras más o menos similares,
se encuentran con cierta regularidad en escritos críticos y publicaciones
hemerográficas de finales del siglo XIX y principios del XX, sin embargo
han caído en desuso a partir de la segunda mitad del siglo XX. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |