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El Lenguaje de la Música
(Lecciones populares sobre música)

Juan Bautista Plaza

XXXV
El sentido musical del pueblo venezolano. Música romántica. Concertstück, op. 79, de Weber

En varias ocasiones, hemos hecho referencia a la musicalidad de nuestro pueblo, musicalidad que se manifiesta tanto en el terreno puramente emocional como en el de la creación artística. Hay un hecho cierto, y es que en años pasados, cuando todavía no existían el cine ni la radio ni el fonógrafo, la afición musical de los caraqueños estaba tal vez más desarrollada que ahora. Esto lo podemos comprobar leyendo las crónicas y reseñas de actos musicales que tuvieron lugar en la Caracas a finales del siglo XIX. No era, ciertamente, muy refinado el gusto musical de la época ni muy elevado el nivel cultural del público medio, pero al menos había entusiasmo, un fervoroso entusiasmo por el arte musical. En el discurso que pronunciamos en el Teatro Municipal el 14 de febrero de 1938, con motivo de la repatriación de las cenizas de Teresa Carreño, describimos la espléndida recepción que le hizo la ciudad a la eximia pianista venezolana y luego, al referirnos al entusiasmo por la música manifestado por los caraqueños de aquella época, dijimos lo siguiente, que creemos oportuno recordar: “Muchos años hacía ya que el Gobierno había implantado la costumbre de subvencionar anualmente compañías de ópera. La afición por este género de espectáculos había ido así aumentando progresivamente. Lo cual no implica, por lo demás, que el gusto reinante dejara, en general, bastante que desear, ya que, fuera de la ópera y de los esfuerzos de algunos meritorios artistas que luchaban por difundir la música clásica, lo que realmente satisfacía a los espíritus era la música llamada sentimental, esto es, todo ese ingenuo repertorio de piezas de salón más o menos anodinas, que los aficionados se deleitaban en ejecutar para exclusivo recreo de una sociedad elegante, tan sólo dispuesta a pasar sus ratos de ocio en compañía de gente que no le diera mucho que pensar. Con todo, a fuerza de juzgar, año tras año, artistas y conjuntos por lo general buenos o, en todo caso, aceptables, nuestro pueblo se había hecho cada vez más receptivo, más sensible a la música o, por lo menos, a determinado género de música, ni muy elevada ni del todo baja. Y así, bastaba que se le ofreciera la posibilidad de asistir a una ópera o a un recital, para que espontáneamente se despertara en los espíritus el deseo de satisfacer aquella necesidad, aquel anhelo de gozar con la música y de dar rienda suelta al noble entusiasmo”. Hay que convenir en que hoy día (1940) está nuestro pueblo en mejores condiciones para aprender a valorizar la buena música, ya que a ésta se la puede hallar siempre, como si dijéramos, a la mano, gracias a las abundantes grabaciones fonográficas que existen en el comercio. Sería, pues, imperdonable que en una época como la actual, tan propicia a la divulgación de todas las obras maestras de los grandes compositores, no se las supiese aprovechar debidamente para el mejoramiento de la cultura artística en nuestro país. Son estas consideraciones, entre otras muchas, las que desde un principio nos han inspirado al concebir esta serie de disertaciones realizadas con el propósito de mantener siempre vivo el amor a la buena música.

Y ya que nombramos hace poco a Teresa Carreño, creemos oportuno comentar una de las piezas más brillantes del repertorio pianístico del siglo XIX, en cuya ejecución sobresalía gallardamente nuestra gloriosa compatriota. Esta pieza es el Trozo de Concierto (Concertstück, Op. 79) de Weber, para piano y orquesta. Dicha obra nos parece, además, muy indicada para iniciar el ciclo de música romántica que nos proponemos desarrollar ahora. Representa, en efecto, este Trozo de Concierto, una de las primeras obras realmente significativas del nuevo espíritu romántico que comenzó a infiltrarse en la música europea desde principios del siglo XIX. Aun cuando esta composición es uno de los caballos de batalla de los grandes pianistas, resulta prácticamente desconocida para la generalidad de nuestro público.

Weber, compositor alemán fallecido en 1826 —es decir, un año antes de Beethoven y dos antes de Schubert—, es más conocido como compositor de óperas. De sus obras puramente orquestales son sobre todo famosas las oberturas que escribió para sus óperas Freischütz y Oberón, oberturas que suelen figurar en el repertorio de todas las grandes orquestas sinfónicas. En estas obras, así como en la Obertura del Jubileo, Weber se destaca como un orquestador brillante y original. Y siempre el temperamento dramático del compositor se refleja en esas obras como en casi todas las muchas que produjo. Weber fue, además, un pianista eminente. Se dice que eran magistrales sus interpretaciones de las sonatas de Beethoven. También él compuso algunas sonatas para piano, así como variaciones y otras piezas brillantes para este instrumento; acaso la más célebre de estas obras es la Invitación al Vals, la cual tuvimos ocasión de comentar en oportunidad anterior.

En la producción pianística de Weber se advierte siempre la tendencia al virtuosismo. Sigue en esto la tradición sentada por Clementi y Dussek, pianistas que le precedieron y a quienes se les puede considerar como los principales creadores del virtuosismo en el piano, que tanto auge había de alcanzar durante todo el siglo XIX.

El Trozo de Concierto que sugerimos escuchar es una de las obras más características del estilo de Weber. Lo mismo que en las oberturas de este compositor, prevalece en este concierto el elemento dramático, por lo que se le puede considerar como una especie de poema sinfónico. Weber, en dicha obra, tuvo en mente expresar una acción definida. Los cuatro movimientos: “Larghetto”, “Allegro”, “Marcha” y “Presto”, de que consta el Trozo de Concierto describirían, según datos suministrados por el propio compositor, las angustias de una castellana cuyo marido se halla ausente en Palestina, y luego, la alegría del regreso en medio de un brillante cortejo. A este ingenioso argumento o programa se debe el que dicha composición sea a veces designada con el nombre de Concierto del Cruzado. El larghetto inicial presenta un tema sencillo y melancólico; abunda en arpegios, glisandos y demás pasajes efectistas; comienza con una breve introducción de la orquesta sola tras la cual el piano hace su entrada como solista. El allegro que le sigue sin solución de continuidad tiene un carácter apasionado. Hay en él pasajes que recuerdan mucho el estilo de Beethoven. Luego viene la marcha ejecutada por la orquesta. Es un trozo de sencilla factura, de poca originalidad y escaso valor musical.

En cuanto al presto final, es el movimiento más pianístico de todos; está lleno de ímpetu y su sonoridad, brillantísima, preanuncia las fastuosas sonoridades de Liszt.

A diferencia de los famosos conciertos de Beethoven, en los que hay siempre un gran equilibrio entre el piano y la orquesta, en este Concertstück de Weber el instrumento que tiende a predominar en todo momento es el piano. La orquesta, cuando no actúa sola, permanece en segundo plano, para permitir que triunfe así el virtuoso. Este desequilibrio, que se realiza en beneficio del solista, es muy típico del concierto romántico. El compositor romántico prefiere por sobre todo destacar al individuo, haciendo de él la figura más interesante por no decir única de todo el conjunto. Desde un punto de vista puramente musical, no deja de ser criticable el que un compositor desatienda algo tan importante como es el equilibrio que siempre debe reinar en todo conjunto instrumental o vocal. Pero, tomando el Trozo de Concierto, de Weber, como la expresión de una modalidad muy propia de la época, es evidente que esta pieza representa un tipo de música interesante por el hondo contenido romántico que encierra. Después de estos breves comentarios creemos que ya todos estarán más o menos preparados para escuchar el referido Trozo de Concierto para piano y orquesta, de Weber.


Carl Maria von Weber, compositor alemán
(Oldenburgo, 1786 - Londres, 1826)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Concertstück, opus 79 (Trozo de concierto), de Carl Maria von Weber.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
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