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El Lenguaje de la Música
(Lecciones populares sobre música)

Juan Bautista Plaza

XLVI
Música humorística. Gershwin, Satie, Walton

La música es una de esas divinidades de múltiples rostros, por lo que puede decirse que en ninguna ocasión nos abandona del todo. Tan generosamente se ofrece para acompañarnos en nuestros momentos de tristeza o de quietud, como cuando nos sentimos alegres. Siempre es oportuna la música para quienes la conocen bien y saben pedirle todo lo que ella es capaz de ofrecer. Una sola cosa conviene tener siempre presente, y es la distinción que en todas las circunstancias hemos de establecer entre la música que posee calidad artística y la que carece de ella. Para la gente de buen gusto, para todas aquellas personas que han logrado adquirir cierta cultura artística, la música de baja calidad, la música verdaderamente vulgar, no tendrá nunca entrada en ningún momento de la vida. Cuando decimos que la música tiene muchas fases, damos por sentado que nos referimos únicamente a la infinidad de aspectos o de expresiones más o menos nobles, sonrientes o hermosos que podemos contemplar en este arte llamado con razón divino. Dondequiera puede uno hallar motivos de inspiración, pero el artista verdadero sabrá siempre plasmar en una forma digna todo lo que pase ante su vista, incluso cuando los motivos elegidos para elaborar su obra no presenten en si valor estético alguno.

Es este, justamente el caso de las pequeñas composiciones que hemos elegido para las ilustraciones musicales que pasamos a comentar. Escuchándolas, podremos darnos cuenta de cómo un buen compositor, partiendo de un dato vulgar, puede llegar a elaborar una obra ciertamente amena y digna de ser tomada en cuenta. No se trata, pues, en este caso de una producción musical de alta categoría, sino de piezas intencionalmente desprovistas de grandilocuencia, de pequeñas obras cuyos motivos inspiradores son bastante comunes y hasta triviales, mas en las cuales se advierte en todo momento la labor depuradora del artista, del músico dueño de una técnica personal y plenamente consciente de lo que representa la calidad en la obra de arte. No obstante las notables diferencias de estilo que hay entre las distintas piezas que pronto vamos a mencionar, existe un elemento común a todas ellas, y es la finalidad humorística que persiguen. Sus respectivos autores no han tenido otra intención que la de valerse de la música instrumental como medio de expresión de lo cómico, casi pudiera decirse de lo chistoso. La introducción del humorismo en la música no es ninguna novedad; sí lo es, en cambio, la manera tan divertida y original que tienen de concebir la comicidad musical algunos compositores modernos, tales como Gershwin, Erik Satie o W. Walton, quienes son los autores de las piezas aludidas. Este último —Walton— es el más moderno y estrafalario de todos; por eso dejaremos esa obra para el final de nuestros comentarios.

Es innegable que muchos músicos tradicionalistas le han criticado a George Gershwin la peregrina idea que tuvo como buen norteamericano que era, de introducir el estilo y las formas del jazz en esa cosa tan grave que se llama la música sinfónica. La Rapsodia in Blue (Rapsodia triste), de Gershwin, ha terminado, no obstante, por imponerse en todas partes y pocos son hoy día los grandes directores de orquesta que no incluyen esta moderna obra en el repertorio de sus conciertos. Únicamente los muy puristas siguen mostrándose recalcitrantes. La Rapsodia in Blue, dicen éstos, ¡no puede ni podrá nunca ser catalogada como genuina música sinfónica! Creemos, francamente, que el caso de Gershwin no es tan anormal como algunos se lo imaginan. Lo que él ha hecho en nuestra época —época del jazz— es más o menos lo mismo que han hecho infinidad de compositores de otros tiempos y de otros países: llevar a un rango superior la música popular de su época; tomar esta clase de música como base o fundamento de su creación artística.

Gershwin es un americano del Norte ciento por ciento. Su temprana muerte, acaecida en 1937, fue sentida en los Estados Unidos como la de uno de los músicos más representativos de aquel país. Como creador de formas nuevas, Gershwin es de una libertad a veces excesiva. En París, el año 1928, compuso una pieza sinfónica titulada Un americano en París, que recomiendo oír. En esta humorística composición pueden apreciarse todas las cualidades y defectos del popular músico norteamericano. En ella nos describe Gershwin sus impresiones de la populosa ciudad, con sus alegres bulevares, sus vaudevilles, sus café-conciertos y su típico ambiente cosmopolita. Con un motivo de inspiración tan frívolo, Gershwin ha logrado, sin embargo, elaborar una obra amena y llena de espíritu. Acaso el mayor interés artístico que presenta esta curiosa composición reside en la manera como ha sido orquestada. Es una instrumentación muy fina, llena de hallazgos originales. Esta manera tan personal de tratar la orquesta es una de las características resaltantes del estilo sinfónico de Gershwin.

Oigamos, pues, esta simpática impresión musical de un compositor humorista, muy hijo de su siglo y de la tierra del jazz.


George Gershwin, pianista y compositor norteamericano
(Nueva York, 1898 - Hollywood, 1937)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Un americano en París, de George Gershwin.

Radicalmente diferente de esta música es la del compositor francés Erik Satie, de quien diremos ahora algunas palabras. Satie es también un humorista, y de marca mayor, pero su música y el humorismo que en ella se manifiesta, son de una calidad más refinada. Satie parece divertirse sobremanera, inventando toda clase de títulos raros para sus numerosas piezas. He aquí algunos de estos títulos, escogidos al azar: Trozos en forma de pera; Embriones disecos; Tres preludios fláccidos; y entre paréntesis (para un perro); a un coral y a una fuga los titula Satie Consideraciones desagradables; a un conjunto de piececitas las llama Descripciones automáticas; a otro Antepenúltimos pensamientos, y así por el estilo. ¿Cuál puede ser, se preguntarán nuestros lectores, la clase de música que corresponda a títulos tan extraños y antimusicales como los que acabamos de citar? Pues bien, en contestación diremos que el rasgo más humorístico de Erik Satie consiste, acaso, en que por lo general no guardan los títulos de sus obras ninguna relación con la música correspondiente. Se trata de una simple humorada del compositor. En el caso de las tres piezas que recomendamos escuchar, sí existe, sin embargo, una intención humorística, sobre todo en la última. Satie las titula Tres piececitas presuntuosas (Trois petites pièces montées); la primera, "De l'enfance de Pantaguel", es una rêverie un poco nostálgica, soñolienta; la segunda, "Marche de cocagne" es la caricatura de una marcha alegre y familiar; en cuanto a la tercera, "Jeunesse de Gargantua", tiene una instrumentación realmente humorística; termina con un diálogo muy cómico entre un clarinete y un fagote, tras el cual oímos la carcajada pantagruélica de un trombón bajo. Es éste, sin duda, uno de los ejemplos más típicos que podemos ofrecer de humorismo musical, realizado con bastante finura.


Erik Satie, compositor francés
(Honfleur, 1866 - París, 1925)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Trois petites pièces montées (Tres piececitas presuntuosas), de Erik Satie.

William Walton, nacido en 1902, es uno de los músicos más jóvenes de la escuela inglesa contemporánea. Procede, como Gershwin, con una libertad absoluta en la elección de sus temas y también gusta, como Satie, de darles títulos humorísticos a sus composiciones. A una de sus obras sinfónicas, por ejemplo, la titula Dr. Sintaxis, obertura pedagógica. La serie de piececitas de Walton que sugiero oír forma parte de una suite orquestal que extrajo el compositor de una curiosa obra suya titulada Façade (Fachada), en la cual un recitador declama una serie de poesías mientras la orquesta ejecuta numerosas piezas por el estilo de las que citaremos en breve. El mérito de estas piececitas reside principalmente en su instrumentación. La música en sí es trivial; se la puede considerar como una especie de caricatura muy bien hecha, de aires de danzas o de canciones populares. A veces, como en la canción tirolesa, que es la tercera de las piezas a que nos referimos, introduce Walton temas de otros compositores; muchos reconocerán por ejemplo, en dicha pieza una conocida melodía pastoral de Rossini, que figura en la obertura de la ópera Guillermo Tell. La última pieza es particularmente divertida: se titula “Tarantela sevillana”. Es una curiosa mezcla del ritmo típico de la tarantela siciliana con aires andaluces del tipo de la jota. En todas estas piezas no puede negarse que hay una realización artística bastante fina, sobre todo desde el punto de vista instrumental. El autor, por lo demás, no ha perseguido otra finalidad sino la de divertir al auditorio, comunicándole un poco de su buen humor.

Las piezas que sugerimos oír, todas muy cortas, se titulan: “Fanfarria”, “Polca”, “Yodeling song” (esta es una canción montañesa del tipo de las canciones montañesas de Suiza y el Tirol), “Canción escocesa” y “Tarantela sevillana”.[1]


William Walton, compositor inglés
(Oldham, 1902 - Ischia, Italia, 1983)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
“Fanfarria”, “Polca”, “Yodeling song”, “Canción escocesa” y “Tarantela sevillana”, de la suite Façade, de William Walton.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

1.- Para la audición, Plaza suprime 15 de los números o piezas que conforman la suite Façade. Las cinco piezas que seleccionó las ordenó en forma diferente a su ubicación original. [Regresar]

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
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