XLVI
Música humorística. Gershwin, Satie, Walton
La música es una de esas divinidades de múltiples
rostros, por lo que puede decirse que en ninguna ocasión nos
abandona del todo. Tan generosamente se ofrece para acompañarnos
en nuestros momentos de tristeza o de quietud, como cuando nos sentimos
alegres. Siempre es oportuna la música para quienes la conocen
bien y saben pedirle todo lo que ella es capaz de ofrecer. Una sola
cosa conviene tener siempre presente, y es la distinción que
en todas las circunstancias hemos de establecer entre la música
que posee calidad artística y la que carece de ella. Para la
gente de buen gusto, para todas aquellas personas que han logrado adquirir
cierta cultura artística, la música de baja calidad, la
música verdaderamente vulgar, no tendrá nunca entrada
en ningún momento de la vida. Cuando decimos que la música
tiene muchas fases, damos por sentado que nos referimos únicamente
a la infinidad de aspectos o de expresiones más o menos nobles,
sonrientes o hermosos que podemos contemplar en este arte llamado con
razón divino. Dondequiera puede uno hallar motivos de inspiración,
pero el artista verdadero sabrá siempre plasmar en una forma
digna todo lo que pase ante su vista, incluso cuando los motivos elegidos
para elaborar su obra no presenten en si valor estético alguno.
Es este, justamente el caso de las pequeñas composiciones
que hemos elegido para las ilustraciones musicales que pasamos a comentar.
Escuchándolas, podremos darnos cuenta de cómo un buen
compositor, partiendo de un dato vulgar, puede llegar a elaborar una
obra ciertamente amena y digna de ser tomada en cuenta. No se trata,
pues, en este caso de una producción musical de alta categoría,
sino de piezas intencionalmente desprovistas de grandilocuencia, de
pequeñas obras cuyos motivos inspiradores son bastante comunes
y hasta triviales, mas en las cuales se advierte en todo momento la
labor depuradora del artista, del músico dueño de una
técnica personal y plenamente consciente de lo que representa
la calidad en la obra de arte. No obstante las notables diferencias
de estilo que hay entre las distintas piezas que pronto vamos a mencionar,
existe un elemento común a todas ellas, y es la finalidad humorística
que persiguen. Sus respectivos autores no han tenido otra intención
que la de valerse de la música instrumental como medio de expresión
de lo cómico, casi pudiera decirse de lo chistoso. La introducción
del humorismo en la música no es ninguna novedad; sí lo
es, en cambio, la manera tan divertida y original que tienen de concebir
la comicidad musical algunos compositores modernos, tales como Gershwin,
Erik Satie o W. Walton, quienes son los autores de las piezas aludidas.
Este último Walton es el más moderno y estrafalario
de todos; por eso dejaremos esa obra para el final de nuestros comentarios.
Es innegable que muchos músicos tradicionalistas
le han criticado a George Gershwin la peregrina idea que tuvo como buen
norteamericano que era, de introducir el estilo y las formas del jazz
en esa cosa tan grave que se llama la música sinfónica.
La Rapsodia in Blue (Rapsodia triste), de Gershwin, ha terminado,
no obstante, por imponerse en todas partes y pocos son hoy día
los grandes directores de orquesta que no incluyen esta moderna obra
en el repertorio de sus conciertos. Únicamente los muy puristas
siguen mostrándose recalcitrantes. La Rapsodia in Blue,
dicen éstos, ¡no puede ni podrá nunca ser catalogada
como genuina música sinfónica! Creemos, francamente, que
el caso de Gershwin no es tan anormal como algunos se lo imaginan. Lo
que él ha hecho en nuestra época época del
jazz es más o menos lo mismo que han hecho infinidad de
compositores de otros tiempos y de otros países: llevar a un
rango superior la música popular de su época; tomar esta
clase de música como base o fundamento de su creación
artística.
Gershwin es un americano del Norte ciento por ciento. Su
temprana muerte, acaecida en 1937, fue sentida en los Estados Unidos
como la de uno de los músicos más representativos de aquel
país. Como creador de formas nuevas, Gershwin es de una libertad
a veces excesiva. En París, el año 1928, compuso una pieza
sinfónica titulada Un americano en París, que recomiendo
oír. En esta humorística composición pueden apreciarse
todas las cualidades y defectos del popular músico norteamericano.
En ella nos describe Gershwin sus impresiones de la populosa ciudad,
con sus alegres bulevares, sus vaudevilles, sus café-conciertos
y su típico ambiente cosmopolita. Con un motivo de inspiración
tan frívolo, Gershwin ha logrado, sin embargo, elaborar una obra
amena y llena de espíritu. Acaso el mayor interés artístico
que presenta esta curiosa composición reside en la manera como
ha sido orquestada. Es una instrumentación muy fina, llena de
hallazgos originales. Esta manera tan personal de tratar la orquesta
es una de las características resaltantes del estilo sinfónico
de Gershwin.
Oigamos, pues, esta simpática impresión musical
de un compositor humorista, muy hijo de su siglo y de la tierra del
jazz.

George Gershwin, pianista y compositor norteamericano
(Nueva York, 1898 - Hollywood, 1937)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Un americano en París, de George Gershwin.
Radicalmente diferente de esta música es la del compositor
francés Erik Satie, de quien diremos ahora algunas palabras.
Satie es también un humorista, y de marca mayor, pero su música
y el humorismo que en ella se manifiesta, son de una calidad más
refinada. Satie parece divertirse sobremanera, inventando toda clase
de títulos raros para sus numerosas piezas. He aquí algunos
de estos títulos, escogidos al azar: Trozos en forma de pera; Embriones disecos; Tres preludios fláccidos; y entre paréntesis (para un perro); a un coral y a una fuga
los titula Satie Consideraciones desagradables; a un conjunto
de piececitas las llama Descripciones automáticas; a otro Antepenúltimos pensamientos, y así por el estilo.
¿Cuál puede ser, se preguntarán nuestros lectores,
la clase de música que corresponda a títulos tan extraños
y antimusicales como los que acabamos de citar? Pues bien, en contestación
diremos que el rasgo más humorístico de Erik Satie consiste,
acaso, en que por lo general no guardan los títulos de sus obras
ninguna relación con la música correspondiente. Se trata
de una simple humorada del compositor. En el caso de las tres piezas
que recomendamos escuchar, sí existe, sin embargo, una intención
humorística, sobre todo en la última. Satie las titula Tres piececitas presuntuosas (Trois petites pièces
montées); la primera, "De l'enfance de Pantaguel",
es una rêverie un poco nostálgica, soñolienta; la
segunda, "Marche de cocagne" es la caricatura de una marcha
alegre y familiar; en cuanto a la tercera, "Jeunesse de Gargantua",
tiene una instrumentación realmente humorística; termina
con un diálogo muy cómico entre un clarinete y un fagote,
tras el cual oímos la carcajada pantagruélica de un trombón
bajo. Es éste, sin duda, uno de los ejemplos más típicos
que podemos ofrecer de humorismo musical, realizado con bastante finura.

Erik Satie, compositor francés
(Honfleur, 1866 - París, 1925)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Trois petites pièces montées (Tres piececitas presuntuosas), de Erik Satie.
William Walton, nacido en 1902, es uno de los músicos
más jóvenes de la escuela inglesa contemporánea.
Procede, como Gershwin, con una libertad absoluta en la elección
de sus temas y también gusta, como Satie, de darles títulos
humorísticos a sus composiciones. A una de sus obras sinfónicas,
por ejemplo, la titula Dr. Sintaxis, obertura pedagógica.
La serie de piececitas de Walton que sugiero oír forma parte
de una suite orquestal que extrajo el compositor de una curiosa obra
suya titulada Façade (Fachada), en la cual un recitador
declama una serie de poesías mientras la orquesta ejecuta numerosas
piezas por el estilo de las que citaremos en breve. El mérito
de estas piececitas reside principalmente en su instrumentación.
La música en sí es trivial; se la puede considerar como
una especie de caricatura muy bien hecha, de aires de danzas o de canciones
populares. A veces, como en la canción tirolesa, que es la tercera
de las piezas a que nos referimos, introduce Walton temas de otros compositores;
muchos reconocerán por ejemplo, en dicha pieza una conocida melodía
pastoral de Rossini, que figura en la obertura de la ópera Guillermo
Tell. La última pieza es particularmente divertida: se titula
Tarantela sevillana. Es una curiosa mezcla del ritmo típico
de la tarantela siciliana con aires andaluces del tipo de la jota. En
todas estas piezas no puede negarse que hay una realización artística
bastante fina, sobre todo desde el punto de vista instrumental. El autor,
por lo demás, no ha perseguido otra finalidad sino la de divertir
al auditorio, comunicándole un poco de su buen humor.
Las piezas que sugerimos oír, todas muy cortas, se
titulan: Fanfarria, Polca, Yodeling song
(esta es una canción montañesa del tipo de las canciones
montañesas de Suiza y el Tirol), Canción escocesa
y Tarantela sevillana.[1]

William Walton, compositor inglés
(Oldham, 1902 - Ischia, Italia, 1983)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Fanfarria, Polca, Yodeling
song, Canción escocesa y Tarantela sevillana,
de la suite Façade, de William Walton.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- Para la audición, Plaza suprime 15 de
los números o piezas que conforman la suite Façade. Las
cinco piezas que seleccionó las ordenó en forma diferente
a su ubicación original. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004
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