Juan Bautista
Plaza fue siempre un hombre muy apegado a su hogar. De su niñez
y juventud son múltiples los escritos que se conservan donde
se palpa claramente su especial afecto hacia los seres queridos. El
viaje de estudios a Roma implicó un forzoso alejamiento físico
de su familia, produciendo un gran dolor en el compositor que fue drenado
a través de sus innumerables cartas. Cuando regresó a
Caracas, su padre y su hermana Ana Luisa habían fallecido y su
hermana Teresa se había casado. Poco después su hermana
Josefina ingresaría al convento de las Siervas del Santísimo
y su hermano Carlos Guillermo a la congregación de los padres
jesuitas.
Plaza quedó
como el jefe de familia, encargándose de su madre y de su hermano
menor, Eduardo, quién llegó a considerarlo como un verdadero
padre. Su dedicación al trabajo y a la familia dejaban poco tiempo
al músico para atender sus propios asuntos personales y al llegar
a los 30 años de edad todavía no tenía mayores
perspectivas para formar su propia familia. Todo eso empezó a
cambiar a partir de 1928.
Nacida
en Valera, Estado Trujillo, Nolita Pietersz Rincón se inició
en el piano bajo la guía de su madre Corina Rincón de
Pietersz, quién era la mejor maestra de piano de esa ciudad.
A sus 17 años, Nolita se dispuso viajar a Caracas para formalizar
sus estudios de música y piano en la Escuela de Música
y Declamación, llegando a la capital a principios de 1928.
Juan Bautista
Plaza era profesor de la institución y rápidamente se
enamoró de la joven, con quien solo pudo formalizar un noviazgo
el 30 de noviembre de 1928. Como era costumbre en la época, Nolita
tuvo que regresar a Valera, cerca de su familia, mientras no se llevara
a cabo la boda. Solo dos veces antes de su matrimonio Juan Bautista
Plaza pudo realizar el viaje hacia las tierras trujillanas. Finalmente
el 30 de abril de 1930 contrajo nupcias con Nolita en la Capilla de
las Hermanas de Santa Ana, en Valera. Desde ese mismo instante, Nolita
se convirtió en la inseparable e incondicional compañera
de Plaza y, después de enviudar, en la más ferviente promotora
de su obra.
Ese período
de noviazgo y primeros tiempos de matrimonio trajo consigo una maravillosa
época creativa para Plaza. Sus obras se llenaron de frescura
y alegría y de su pluma surgieron algunas de sus mejores partituras
como los poemas sinfónicos Vigilia (1928) y Campanas de Pascua
(1930), así como la Fuga criolla (1931) y un gran número
de madrigales y canciones corales a capella.
El matrimonio
de Juan Bautista Plaza con Nolita Pietersz de Plaza fue bendecido por
la llegada de tres hijos: Gonzalo en 1931, Susana en 1935 y Beatriz
en 1940. La relación entre Juan Bautista Plaza y sus hijos fue
descrita por Nolita en un trabajo inédito titulado Algunos aspectos
de la persona de Juan Bautista Plaza:
"A
los nueve meses nació Gonzalo, un niño lindo que nos llenó
de alegría. Con esmero me cuidó Juan durante el embarazo,
que por cierto fue muy malo. Pero Gonzalo lo compensó todo.
"Los
tres nombres de los hijos los escogió él de acuerdo conmigo.
Gonzalo creo que era un recuerdo de Roma, donde conoció un niño
con ese nombre a quien quiso mucho. En sus obras para piano de la época
de Roma, en el ciclo Almas de niños, figura una que se titula
Gonzalo. A la segunda hija nuestra le puso Susana y a la tercera Beatriz,
como Beatrice del Dante. Recordemos que durante el noviazgo y después
leíamos juntos la Divina Comedia y él me regaló
la Vita Nuova.
"Fue
un padre ejemplar en todo momento y circunstancia. Un amor profundo,
recíproco. Era más bien débil; quería complacer
a los niños en todo. Cuando pequeños, les compraba juguetes
que a veces eran más bien para disfrutar él, ya que el
niño no tenía la edad suficiente. En varias Navidades,
se disfrazó de San Nicolás. Me hizo hacerle el disfraz
y, a pesar de acostarse tarde la noche del 24 por los oficios de la
catedral, se levantaba a las cinco de la mañana para entregarle
los regalos a los hijos.
"Las
navidades fueron siempre muy sencillas pero muy íntimas. La noche
del 24, antes de acostarse los niños y antes de irse al servicio
de la Catedral, Juan nos acompañaba al piano varios de sus aguinaldos
y especialmente cantábamos y bailábamos La ronda, cuya
letra dice:
Vamos
a cantar la ronda,
la ronda de navidades,
para dar a todo el mundo
salud y felicidades
"Después,
cada uno de los hijos colocaba su zapato a los pies del pesebre. La
gran emoción era a la mañana siguiente. Él disfrutaba
muchísimo de la alegría de los niños con los juguetes.
"En
todo momento tuvo una gran ternura y un gran amor para sus hijos y luego
para los nietos que alcanzó a conocer."
Al
utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:
Sangiorgi, Felipe. Vida y Obra del Maestro Juan Bautista Plaza.
CD-ROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2002. |