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JUAN BAUTISTA PLAZA (1898-1965)
El compositor

A lo largo de su vida Juan Bautista Plaza realizó una gran cantidad de actividades musicales que de una u otra manera repercutieron en el entorno que le tocó vivir. Como maestro de capilla proporcionó un ambiente religioso adecuado a los hombres y mujeres que visitaban la Catedral. Como pedagogo completó la formación humanística de todos los compositores que se graduaron a partir de 1944 en la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas, pero también inculcó en los niños más pequeños el aprecio y el amor al arte musical. Su perseverante labor en la prensa y en la radio preparó al público general para que adoptara una nueva visión más crítica y más profunda sobre la música. Como musicólogo ayudó a devolverle a Venezuela su perdido pasado musical.

Todos estos hechos han sido de enorme importancia para la sociedad en la cual le tocó vivir, sin embargo sus alcances para las nuevas generaciones no son tan fáciles de percibir y se van diluyendo con el transcurrir de los años.

Pero su actividad como compositor no correrá con la misma suerte ya que sus obras fueron escuchadas en su época, son escuchadas en la actualidad y serán escuchadas por las generaciones futuras. Sus obras musicales seguirán teniendo vigencia no solo por la importancia histórica que tuvieron al momento de ser creadas sino por la belleza que cada una de ellas encierra entre sus notas.

A pesar de perfilarse como uno de los compositores más prolíficos de la historia musical venezolana, Juan Bautista Plaza nunca vivió de la composición. La época y el lugar donde ejerció su profesión no fueron propicios para que un músico dedicado al género "académico" pudiera sostenerse económicamente de sus creaciones. Por lo tanto Plaza fue ante todo compositor por amor al arte y como tal su producción se fue desarrollando a la par y en función de las otras actividades que realizaba para vivir como lo fueron sus estudios, sus viajes, la dirección musical de la Catedral de Caracas, la enseñanza musical a todo nivel y por supuesto sus propias inquietudes intelectuales.

Como resultado la extensa obra musical de Juan Bautista Plaza se perfila como variada no solo en cuanto a géneros e instrumentos sino también en cuanto a estilos y tendencias estéticas. A pesar de la variedad existente, su obra ha sido catalogada en dos grandes apartados: la música religiosa y la música profana. Esta división no solo muestra la diferencia funcional a la que está destinada la música que compuso, sino también marca una clara diferencia desde el punto de vista técnico y estético.

En plena juventud, muy poco tiempo después de haber iniciado sus estudios de piano con el maestro Jesús María Suárez, Juan Bautista Plaza se sintió atraído más por la composición que por la interpretación. Sus primeras obras se remontan a 1914, cuando se encontraba cursando el bachillerato en el Colegio Francés, en Caracas. Sus avances fueron tan significativos que para 1916, cuando terminó allí sus estudios, pudo presentar en un acto del colegio y con la participación de varios de sus compañeros la zarzuela Zapatero a tus zapatos, que había compuesto sobre un texto de Redescal Uzcátegui, hijo del gran pianista del homónimo. Este período de juventud terminó en 1920, cuando viajó a Italia para proseguir sus estudios musicales.

En 1920, el Cabildo Metropolitano de la Catedral de Caracas, por solicitud de monseñor Ricardo Bartoloni, otorgó al joven Plaza una beca para realizar estudios musicales en la Pontificia Escuela Superior de Música Sacra, en Roma. Como contraprestación, a su regreso Juan Bautista Plaza debía asumir el cargo de maestro de capilla de la Catedral durante 5 años. Sus estudios en la Pontificia Escuela Superior de Música Sacra estaban orientados principalmente a poner en práctica la reforma y el mejoramiento de la música sagrada propuestas por el Para Pio X en su "Motu Proprio", en 1903. Efectivamente, cuando Plaza regresó a Caracas ocupó el cargo de maestro de capilla de la Catedral durante 25 años y puso en práctica lo aprendido. En ese cargo, Plaza no tenía la obligación explícita de componer, sin embargo su espíritu y su vocación de compositor se pusieron de manifiesto y en el transcurso de esos cinco lustros compuso más de cien obras religiosas que se ajustaban a los lineamientos planteados en la reforma. El atenerse a las reglas establecidas para la música sacra no impidió que Plaza lograra plasmar en sus obras religiosas un sello personal siempre dentro de un lenguaje más tradicional que contemporáneo. Influencias de músicos de principios del siglo XX como Lorenzo Perosi también se hicieron sentir en su obra. Solo después de 1948, cuando ya no tenía vinculación laboral con la Catedral, Plaza compuso su Misa Litúrgica de la Esperanza una obra que se aparta de los lineamientos y adopta un lenguaje armónico más personal.

A partir de 1926, paralelamente a la creación de obras religiosas, Plaza dedicó también tiempo y energía a componer algunas de sus más importantes obras dentro del género de la música profana. En esas obras el compositor se mostró mucho más versátil que en las sacras. Sin tener impedimentos de ninguna especie, Plaza buscó y desarrolló un lenguaje y una estética más personal, más acorde a su época y a su pensamiento estético. Entre los compositores venezolanos de su época posiblemente Plaza fue el que compuso las obras de mayor avanzada, aunque no por ello se acercaba a algunas de las nuevas tendencias estéticas que intempestivamente irrumpían en Europa.

En líneas generales, su música profana se ha clasificado en nueve renglones: Orquesta; Coro a Capella; Piano; Canto y Piano; Zarzuelas; Órgano; Música de Cámara e Instrumental; Obras Didácticas; y Armonizaciones y transcripciones. Pero no todos estos apartados tienen la misma importancia. En realidad solo los cuatro primeros son los que revisten el mayor interés.

En la música profana de Plaza es donde se encuentra la mayor variedad técnica, estilística y estética: Algunas obras, sobre todo las primeras, son de corte tradicional; otras acusan la influencia del impresionismo, como por ejemplo El picacho abrupto y Campanas de Pascua, para orquesta; el lirismo se hace presente en Vigilia y la Elegía, para orquesta; mientras que un lenguaje armónico más contemporáneo se vislumbra en obras como la Sonatina venezolana para piano o el Preludio y Fuga para órgano, llegando incluso al contexto politonal en obras como Diana para violín y piano. Armónicamente el género vocal es más tradicional, mientras que el género coral se caracteriza por su textura contrapuntística e imitativa. A esto hay que agregar el carácter nacionalista que se palpa en varias de sus obras.

Toda esta diversidad no debe ser interpretada como desorden. En realidad cada una de las obras fue abordada por Plaza de manera individual y, en algunos casos influyeron en ellas circunstancias o planteamientos muy precisos, como pueden ser el obedecer a razones espirituales y personales del compositor (Vigilia y Elegía para orquesta de cuerdas y timbales), planteamientos estéticos nacionalistas (las Fugas para cuerdas, la Sonatina Venezolana y las Siete Canciones Venezolanas), criterios pedagógicos (diversas obras corales, cánones para voces iguales y piezas para piano) e incluso se encuentran partituras que pudieran considerarse como búsquedas "experimentales" cuando son analizadas en el marco de la obra en general.

Hay que destacar el carácter nacionalista de muchas de sus obras profanas, indistintamente del renglón al que pertenezcan. En cada uno de los apartados se encuentran tanto piezas que obedecen al pensamiento nacionalista como otras de carácter más universal. Sin embargo, en muchos de los casos, son precisamente las de carácter y estética nacionalista, las que más se han destacado y por lo tanto las más importantes desde el punto de vista del público. Por ejemplo, en Orquesta figuran Campanas de Pascua, así como la Fuga Criolla y la Fuga Romántica; en Piano se encuentran la Sonatina Venezolana y los Cuatro Ritmos de Danza; en Canto y piano se encuentran las Siete Canciones Venezolanas; mientras que la gran mayoría de las obras corales obedecen a los lineamientos técnicos y estéticos de la llamada Escuela Madrigalista de Santa Capilla enmarcada a su vez dentro del movimiento nacionalista venezolano del siglo XX.

Su pensamiento nacionalista se remonta a su juventud, cuando sintió inquietudes sobre la utilización de nuestra música popular y folklórica como fuente de inspiración para la composición de obras de mayor vuelo artístico. Apenas se graduó de bachiller escribió su primer artículo para la prensa que estuvo dedicado a "Nuestra Música". Durante su viaje de estudio a Roma siguió reflexionando sobre el asunto y exponiendo sus ideas en algunas de las cartas que envió a Caracas. Al regresar al país volvió insistentemente a abordar el tema reiteradas veces en artículos de prensa, en la radio, en conferencias y por supuesto en su círculo artístico. En la década de 1920 y gracias a la presencia de otros jóvenes compositores que compartían las mismas inquietudes, como Vicente Emilio Sojo, José Antonio Calcaño, Moisés Moleiro, Juan Vicente Lecuna y otros más, los planteamientos y las reflexiones encontraron tierra fértil para que se consolidara la creación de movimiento nacionalista en nuestro país.

De una u otra manera, todos pusieron su grano de arena, sin embargo los aportes más visibles fueron los de Vicente Emilio Sojo y Juan Bautista Plaza. Salvo en sus obras corales y en el trabajo de recopilación y armonización de 300 melodías populares venezolanas, Sojo no aplicó las ideas nacionalistas a sus propias obras, sino que se encargó de formar a toda una generación de nuevos compositores que seguirían las sendas del Nacionalismo. Juan Bautista Plaza, en cambio, si se dio a la tarea de implementar los planteamientos nacionalistas en sus propias composiciones. Los resultados no se hicieron esperar y varias de sus obras se han convertido en verdaderos hitos que marcaron los primeros rumbos de la escuela nacionalista venezolana del siglo XX.

 

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:
Sangiorgi, Felipe. Vida y Obra del Maestro Juan Bautista Plaza. CD-ROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2002.

 
 

   
           

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