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Historia de la Música

Juan Bautista Plaza

III

EL CANTO LITÚRGICO DE LA IGLESIA CRISTIANA

Sus orígenes
Las diferentes liturgias
San Gregorio Magno y su obra
Formas musicales del Canto Gregoriano
Notación musical
Modos y ritmo del Canto Gregoriano
Caracteres estéticos del Canto Gregoriano

Sus orígenes

Los orígenes del canto litúrgico de la Iglesia Cristiana no son aún suficientemente conocidos. Sabemos que desde los comienzos de la nueva religión se estableció la costumbre de asociar el canto a las ceremonias del culto, costumbre que provenía de la ya establecida en las antiguas sinagogas hebreas. Durante los primeros siglos de la nueva era, aquel canto se fue organizando poco a poco y adquiriendo independencia y caracteres propios, principalmente en los monasterios de Siria y Egipto y, más tarde en Bizancio y al norte de Italia, de donde pasó a Roma y al resto de Europa.

Nada preciso sabemos acerca del carácter de las primitivas melodías cristianas, pero es indudable que las más antiguas surgieron bajo la influencia del canto tradicional de las sinagogas hebreas, a la que se añadió, posteriormente la del arte greco-romano.

Las diferentes liturgias

Entre las liturgias de rito griego, que se expanden hacia el Oriente, la más importante fue la Bizantina, cuya influencia también se hizo sentir en la península itálica. En Occidente, la primera figura importante que hallamos, relacionada con la historia del canto eclesiástico, es la de San Ambrosio, obispo de Milán en el siglo IV. A él se debe el establecimiento de la liturgia llamada Ambrosiana o Milanesa. Siguiendo el ejemplo de la manera como se practicaba el canto en las iglesias orientales introdujo San Ambrosio en su diócesis la costumbre de cantar los salmos en forma antifónica o responsorial, canto en el que tomaba parte el pueblo. Asimismo, a imitación de lo ya establecido en comunidades cristianas de Oriente, compuso San Ambrosio himnos métricos en latín. A este mismo obispo se le atribuye, por último, la introducción en el canto de su iglesia de los cuatro modos auténticos, derivados de algunos antiguos modos griegos.

Del siglo IV al siglo VII se constituyeron otras liturgias locales, cada una de ellas con características propias. Entre éstas llegaron a adquirir particular importancia, además de la ya citada liturgia ambrosiana, la galiciana en Francia, la visigótica o mozarábica en España y la romana. No sin alguna resistencia, esta última terminó por imponerse universalmente.

San Gregorio Magno y su obra

A finales del siglo VI, el canto litúrgico fue reformado en el Occidente cristiano por el papa San Gregorio Magno, cuyo pontificado duró del 590 al 604. Debido a las diferencias existentes entre las diferentes liturgias locales y a ciertos abusos que venían cometiéndose en muchas iglesias, San Gregorio procedió a recoger y a depurar el repertorio de melodías que la tradición había conservado hasta esa fecha. La leyenda llega hasta decir que el santo papa, inspirado por el Espíritu Santo, habría sido el autor de gran número de melodías que integraban aquel repertorio. La crítica moderna, sin embargo, ha logrado establecer que el repertorio de melodías conocido hoy como canto gregoriano, no es obra de San Gregorio sino el resultado de una revisión posterior (siglo VIII), cuyo lugar de origen y cuyos autores aún se desconocen. Se estima que el repertorio gregoriano auténtico se constituyó casi todo entre los siglos VIII y IX.

San Gregorio fomentó y reformó los estudios musicales en la Schola Cantorum, de Roma, importante institución en la que se enseñaba esmeradamente el canto eclesiástico a los niños destinados a ser cantores de la capilla papal y de las basílicas romanas. La Schola Cantorum sirvió de modelo a todas las escuelas de su género que luego se fundaron en otros países; gracias a ellas el canto gregoriano pudo difundirse con relativa fidelidad por todo el Occidente.

Con el advenimiento de Carlomagno, coronado Emperador por el Papa en el 800, llegó a establecerse definitivamente la unidad del dogma católico y de la liturgia. Con el tiempo, el canto gregoriano, no sin resistencia, terminó por suplantar los cantos de las liturgias locales, con excepción del canto ambrosiano y del mozarábico los cuales conservan aún el privilegio de seguir practicándose en las diócesis de Milán y en la capilla mozarábica de la Catedral de Toledo, respectivamente.

A partir del siglo XII, el repertorio gregoriano sirvió de base para la elaboración del canto polifónico, lo cual trajo como consecuencia la progresiva deformación del primitivo canto eclesiástico. Durante muchos siglos la denominación de canto gregoriano fue sustituida por la de cantus firmus (el que no varía) o la de cantus planus (canto llano) como resultado de las innovaciones -la práctica del mesuralismo, entre otras- que aportó la naciente polifonía. Ha sido tan sólo a fines del siglo XIX cuando, por obra de los Padres Benedictinos de la Abadía de Solesmes, se ha logrado restaurar con buen sentido estético la fisonomía general del canto gregoriano.

Formas musicales del Canto Gregoriano

Formas primitivas. Las formas más antiguas y a la vez las más sencillas del canto gregoriano son los recitativos litúrgicos. A esta categoría de canto silábicos pertenece la salmodia, la cual consistía en una especie de declamación cantada de los versículos de los salmos. La salmodia constituye el elemento principal y como la osamenta del oficio divino de la Iglesia cristiana. Basada en el acento gramatical del texto latino (siempre en prosa), la salmodia, desde los primeros siglos, adoptó dos formas o maneras de cantarse: la forma antífona y la forma responsorial. La primera es siempre coral; los salmos se cantan alternando sus versículos entre dos coros, los cuales se reúnen antes de comenzar y al concluir el salmo para cantar la antífona, melodía generalmente breve cuyo texto litúrgico es tomado casi siempre de la Sagrada Escritura. En la forma responsorial de la salmodia el coro alterna, como respondiendo, con el canto de un solista. De la forma antifónica provienen ciertos tipos de melodías litúrgicas que figuran en la Misa, tales como los introitos, ofertorios y comuniones (Comunio). La forma responsorial, debido a su carácter solístico, ha dado origen a oro tipo de melodías más desarrolladas, tales como los responsorios de difuntos o de Semana Santa. Existió también otra forma de cantar los salmos llamada salmodia in directum, en la que todo el salmo era cantado por un solista hábil y de bien educada voz. Los tractus de algunas misas y en parte los graduales (que también figuran en la Misa) derivan de esta forma, la más difícil y desarrollada de todas. Hay también en el repertorio gregoriano muchas melodías de estilo florido o melismático (de melisma: fórmula melódica ornamental cantada sobre una sola sílaba), de origen oriental, tales como las Aleluyas que suelen cantarse después del gradual de la Misa o las del tiempo pascual. Esas son también melodías difíciles de cantar y suelen tener cierto sabor arcaico. Finalmente, pertenecen asimismo a las formas primitivas del canto gregoriano la mayor parte de las melodías que integran el común de la Misa: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus-Benedictus y Agnus Dei.

Formas musicales posteriores. Son de citar en primer término los himnos, composiciones de forma estrófica en versos latinos. Fueron admitidos en la liturgia romana a partir del siglo IX, aun cuando su introducción en Occidente data de la época de San Ambrosio (siglo IV). El estilo relativamente moderno de los himnos contrasta con el resto del repertorio gregoriano, sobre todo por el carácter métrico que le imprime el texto a la melodía de dichos himnos. Esos son de diferentes longitudes y los hay muy hermosos, tales como el Ave maris stella, el Pange lingua, el Veni Creator, etc.

Las formas más recientes del canto gregoriano son las secuencias y los tropos. Se atribuye al monje Notkero, de la Abadía de Saint-Gall, la invención de la secuencia. Con el objeto de facilitar el aprendizaje de los largos melismas vocales que se encuentran en los Aleluyas, Notkero instituyó el uso de adaptarle a dichos melismas un texto, cuyas sílabas habían de aplicarse a cada una de las notas de que aquellos estaban formados. Estas secuencias, también llamadas prosas (en Francia), eran pues, de estilo silábico y, por lo tanto, más fáciles de aprender que las melodías originales, tan cargadas de vocalizaciones. Con el tiempo, las secuencias llegaron a constituir una forma musical independiente y adquirieron gran desarrollo. El tropo es un desarrollo literario y musical que se interpola entre cada una de las frases de un texto ya existente, como por ejemplo, entre las palabras Kyrie y Eleison. Con eso se pretendía darle mayor variedad y expresión al canto. También los tropos, como las secuencias, tuvieron considerable éxito y se hicieron muy populares. Posteriormente la Iglesia restringió su uso, hasta el punto de que actualmente sólo subsisten en el Oficio eclesiástico cinco secuencias, a saber: Victimae Paschali Laudes, Veni Sancte Spiritus, Stabat Mater, Lauda Sion, Dies Irae [1]. Quedan también muy pocas melodías derivadas de antiguos tropos, a pesar de que estos tuvieron en su época considerable influencia sobre otros géneros musicales que estaban entonces en formación, el canto trovadoresco, entre otros.

Notación musical

La primera notación musical que usaron los tratadistas del canto cristiano fue alfabética, a imitación de la que usaban los griegos. Se la ve figurar en los escritos de Boecio (siglo VI), quien fue el primer gran teórico musical de la era cristiana y cuyas doctrinas, basadas en las de Pitágoras, fueron las más respetadas durante todo el período medieval. Para la práctica musical se empleó otra escritura o notación denominada neumática. Esta viene a ser una especie de taquigrafía musical, la que sólo servía, al principio, para indicar de manera vaga la altura de las diferentes notas de la melodía. Esta curiosa notación, que aparece en Occidente tal vez hacia finales del siglo VIII, se funda en la representación gráfica de las diferentes combinaciones de los acentos gramaticales, agudo y grave, del texto latino. Para evitar la imprecisión de esta escritura musical, comenzó a usarse a partir del siglo X, una o dos líneas horizontales entre las cuales se escribían los diferentes signos gráficos llamados neumas. Frente a dichas líneas se colocaba la letra indicadora (o clave) correspondiente a las notas EA y UT (DO=C)/ De esta manera las líneas venían a ser como puntos de referencia para leer las notas que se encontraban por encima o por debajo de ellas. A un célebre monje benedictino, Guido De Arezzo (¿990-1050?), se le debe el haber perfeccionado esta notación mediante el aumento de otras dos líneas, con lo que quedó constituido el tetragrama, antecesor de nuestro actual pentagrama. Modificando la forma de los neumas y colocándolos sobre las líneas y entre los espacios del tetragrama, logró Guido de Arezzo que se pudiesen leer con toda precisión las melodías escritas en notación neumática. La nueva escritura, denominada más tarde notación cuadrada (debido a la forma cuadrada que tomaron las notas), siguió paulatinamente transformándose hasta dar origen, mucho más tarde, a nuestra actual notación. Logró asimismo Guido de Arezzo que quedaran definitivamente abolidos los antiguos géneros cromáticos y enharmónico, de proveniencia griega, para dejar que subsistiera únicamente el género diatónico. Por último, aconsejó el sabio monje que, para facilitar el estudio del solfeo, se usaran las primeras sílabas: ut re mi fa sol la, tomadas del himno gregoriano en honor de San Juan Bautista, cada uno de cuyos versos y semiversos comienza sobre un grado diferente de la escala, en forma ascendente y por grados conjuntos. He aquí el citado himno de donde derivaron los nombres de las seis primeras notas de nuestra escala diatónica (el si se formó más tarde con las iniciales del último verso “Sancte Ioannes” del himno):

UT queant laxis
REsonare fibris
MIra gestorum
FAmuli tuorum
SOLve polluti
LAbii reautm
Sancte Ioannes.

Traducción: “Para que con entusiasmo resuenen en las fibras de tus siervos las maravillas de tus hechos, limpia de pecado el labio culpable, San Juan”.

Modos y ritmo del Canto Gregoriano

Las melodías gregorianas están constituidas sobre diferentes escalas modales derivadas de las antiguas escalas griegas. Estas son todas del género diatónico, pues la melodía gregoriana no admite el cromatismo. La única nota que puede ser alterada cromáticamente es el SI, que puede ser natural o bemol.

Los modos usuales del canto gregoriano están distribuidos en dos grupos, a saber: cuatro modos llamados auténticos, correspondientes a los de RE (1º modo), MI (3º modo), FA (5º modo) y SOL (7º modo); y cuatro modos llamados plagales, correspondientes a los modos 2º, 4º, 6º y 8, cada uno de los cuales viene a ser como una derivación de los modos auténticos, pues tiene la misma tónica que aquellos, si bien sus dominantes son diferentes. Lo mismo que en las escalas griegas, estos modos se diferencian unos de otros por el lugar que ocupan los tonos y semitonos en las respectivas escalas, y también por sus notas finales y sus dominantes. El carácter arcaico que suelen tener las melodías gregorianas se debe en gran parte al hecho de estar construidas sobre estos modos, cuya estructura es muy diferente a la de nuestros modernos modos mayor y menor.

El ritmo gregoriano es libre, es decir, que la melodía gregoriana no puede ser regularmente dividida en compases si sus frases tienen la cuadratura que éstas suelen presentar en la música moderna. Los valores o grupos binarios alternan constante e irregularmente con los ternarios, sin intervención de la barra divisoria del compás. En el canto gregoriano, el tiempo primo o sea el valor de mínima duración, está representado por el punctum, que viene a ser como la breve de la antigua rítmica griega.

La interpretación de la rítmica gregoriana, según la primitiva notación cuadrada (neumas sobre tetragrama), tal como aparece en los manuscritos medievales, y con mayor razón aún, la notación anterior a ésta, es uno de los problemas que todavía no ha sido resuelto satisfactoriamente y en forma definitiva por los musicólogos. A los Benedictinos de la Abadía de Solesmes en Francia, se deben los trabajos más serios y laboriosos que han sido realizados hasta la fecha sobre la teoría y la ejecución del canto gregoriano. Su meritoria labor de muchos años ha sido reconocida por el Papa Pío X en su célebre Motu Proprio sobre la música sagrada, promulgado en Roma en 1903, así como en la edición vaticana de todo el repertorio gregoriano, ordenado por el mismo Papa y basada íntegramente en los trabajos paleográficos de los benedictinos de la citada Abadía.

Caracteres estéticos del Canto Gregoriano

El canto gregoriano se caracteriza por los rasgos siguientes:

1.- Es música vocal pura y siempre al unísono. Toda la energía y la virtud de esta música se concentran en la melodía sola.

2.- Las melodías no se construyen sobre tonalidades modernas sino sobre cierto número de modos diatónicos.

3.- El ritmo es libre y no medido como en la música moderna. No existe, por lo tanto, la línea divisoria del compás ni la cuadratura de las frases y períodos.

4.- Es un canto sereno y de gran suavidad, destinado exclusivamente a cumplir una función litúrgica dentro del rito de la Iglesia Católica.

5.- Tiene carácter de plegaria y su expresión es esencialmente mística.

6.- Es el único género musical de la antigüedad que se ha conservado intacto hasta nuestros días, desempeñando la misma función eclesiástica para la cual fue creado [2]. Desde el punto de vista artístico tiene también un gran valor, no sólo por la intrínseca belleza que encierra un gran número de melodías gregorianas, sino también por hallarse en ellas el germen de muchas de las formas musicales que se desarrollaron más tarde y que aún subsisten.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

1.- Cuando J.B.Plaza escribió este trabajo, el canto gregoriano todavía era el canto oficial de la Iglesia Católica. Sin embargo tras las profundas reformas del Concilio Vaticano II, el latín y el canto gregoriano fueron abandonados para adaptarse al mundo moderno, por lo que las secuencias que Plaza mencionan cayeron también en desuso. [Regresar]

2.- Cuando Plaza escribió este trabajo, el canto gregoriano todavía era el canto oficial de la Iglesia Católica, pero luego de las reformas del Concilio Vaticano II, dejó de serlo y cayó en desuso. [Regresar]

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
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