IV
LA MÚSICA POPULAR Y TROVADORESCA EN EL EDAD MEDIA [1]
La
música popular medieval
Trovadores
y Troveros en Francia
Géneros
musicales trovadorescos
El
arte trovadoresco en Alemania, Italia y España
El
arte trovadoresco en Italia
El
arte trovadoresco en España
Los
dramas litúrgicos, los misterios y los juegos
La música popular medieval
La monodia litúrgica no fue la única manifestación
musical de la Edad Media. Los mimos, histriones, citaristas, etc., últimos
representantes del arte pagano, continuaban su vida errante, llevando
dondequiera sus cantos, sus bailes y sus instrumentos. Durante mucho
tiempo se vieron censurados y perseguidos por la Iglesia, ya que ésta
los consideraba gente inmoral y de bajas costumbres. Su arte, no obstante,
fue poco a poco refinándose y, tras lenta evolución, surgió al fin,
a los alrededores del año 1000, el arte de la juglaría.
Los
juglares fueron los primeros intérpretes de las canciones de gesta.
Los instrumentos principales que usaban para acompañar sus canciones
eran la viela, el arpa, la cornamusa, el laúd y la giga. En el siglo
XIV el arte de esos músicos ambulantes llegó a un nivel tan bajo que
el término de juglar pasó a designar un simple saltimbanqui; desde entonces
los juglares que siguieron ejerciendo el oficio de músico fueron denominados
menestrales (o ministriles en España). Esos se unieron en corporaciones
llamadas menestralías entre las que llegó a alcanzar mucha fama la de
San Julián el Hospitalario de París, la cual subsistió hasta finales
del siglo XVIII.
Trovadores y Troveros
en Francia
El arte musical trovadoresco, surgido en la región
sur de Francia desde finales del siglo XI representa, junto con la monodia
litúrgica, la más característica y significativa manifestación musical
de la Edad Media. Su influencia pronto se extendió al norte de Francia
y de allí a Alemania, Italia y España.
Los
trovadores fueron músicos-poetas que se dedicaron a interpretar en sus
numerosas canciones el nuevo espíritu caballeresco y cortesano de la
Europa feudal en tiempos de las Cruzadas. Los Trovadores franceses se
dividen en dos grandes grupos: los trovadores, al Sur (donde se habla
dialecto conocido como lengua de oc) y los troveros, al Norte (donde
se habla la lengua de oil, de la que proviene el idioma francés propiamente
dicho). Según la mayoría de los autores, las palabras Troubadour y Trouvere (Trovador y Trovero, en castellano)
derivan del verbo trobar,
que en el dialecto del sur significa encontrar o inventar. Trovador equivaldría, pues, a compositor o inventor de
canciones. Otros investigadores más recientes opinan que trobar o troubadour
se derivarían de los vocablos tropar y tropatore, esto es, compositor de tropos,
ello debido a la influencia que parecen haber ejercido los tropos religiosos [2],
tan en boga en aquella época, sobre la estructura y el estilo musical
de las primeras canciones trovadorescas. Tampoco se descarta la influencia
que han podido ejercer sobre las canciones de los más antiguos trovadores
la música culta de origen árabe proveniente de la Península Ibérica
.
A
diferencia de los juglares, los trovadores eran por lo general personas
cultas e instruidas; algunos de ellos eran nobles, como Guillermo de
Aquitania, Conde de Poitiers (1071-1127), que es el más antiguo de los
trovadores cuyas obras conocemos. La principal originalidad del arte
trovadoresco radica en que, no obstante ser un arte culto y refinado,
se advierte casi siempre en él la frescura de la inspiración propia
de la canción popular de aquellos tiempos. Los trovadores aportaron,
además, algunas innovaciones, no sólo en cuanto al carácter expresivo
de las melodías, sino también en la técnica musical, especialmente en
lo relativo a la métrica y al antiguo sistema de las escalas modales.
Entre
los trovadores que alcanzaron
mayor celebridad en los siglos XII y XIII, se cuentan: el citado Guillermo
de Aquitania, Conde de Poittiers, Marcabru, Jaufré Rudel, Guirault de
Borneil, Ramón Vidal, Raimbaut de Vaqueiras y Guiraut Riq. Entre los
troveros: Blondel de Nesles (trovero de Ricardo Corazón de León), Thibaut
de Champagñe, rey de Navarra y Adam de la Halle.
Géneros musicales trovadorescos
Las canciones de los trovadores son de estilo monódico,
acompañadas al unísono por la viela, el arpa o el laúd. La clasificación
de los géneros a que pertenecen estas canciones suele hacerse basándose
en la índole del texto literario de las mismas. Según esa clasificación,
que es por lo tanto literaria y no musical, dichas canciones pueden
dividirse en dos géneros principales: el de las canciones personales
y el de las canciones narrativas. A la primera categoría pertenecen
la canción amorosa (Cansó, en provenzal),
de carácter lírico y cortesano, de forma libre y refinada, a menudo
con pasajes de expresiva vocalización; el serventesio,
especie de canción satírica en la que se critican o se elogian personas
o hechos políticos (A este género pertenecen algunos cantos de los Cruzados)
; el jeu parti (juego dividido),
en el que intervienen dos o más personajes, uno de los cuales propone
en la primera estrofa un tema que luego han de discutir los demás. Al
género de Canciones narrativas pertenecen: la chanson
de toile (canción de hilandera), en la que suele aparecer la protagonista
(la Bella) en actitud de hilar mientras va narrando tristes historias
de amor; la romanza, que desarrolla también temas amorosos,
pero alegres; la pastorela,
en la que siempre se trata de aventuras sentimentales entre una pastora
y un gentilhombre, y cuyo estilo, como el de la romanza, es por lo general
liviano y melódicamente silábico. Más tarde, cuando se introduce la
costumbre de representar las pastorelas, éstas sufren una transformación
y se convierten en los llamados jeux (juegos). De estos últimos, el más célebre fue el Juego
de Robi y de Marion, cuyo autor, Adam de la Halle (¿1240-1287?)
apodado el jorobado de Arras, es considerado como el último y más afamado
de los troveros.
Además
de estos géneros hay que mencionar las canciones de baile, entre la
que se cuentan las baladas,
y las danzas y estampidas (En francés danceries),
compuestas de temas breves separados entre sí por un constante estribillo.
Casi
todos los géneros antedichos fueron cultivados en Francia, tanto por
los trovadores como por los troveros, pero es de advertir que a estos
últimos se les debe considerar en parte como imitadores de aquellos.
Muy pronto comenzó a divulgarse el arte trovadoresco fuera de Francia.
Su influencia se dejó sentir en los demás países de Europa, principalmente
en Alemania, Italia y España. Contribuyeron en gran parte a esta divulgación
los juglares, quienes, en calidad de acompañantes de los trovadores,
iban de ciudad en ciudad y de corte en corte por todo el continente,
alegrando con sus cantos, sus bailes y sus juegos la monótona vida de
los castillos medioevales.
El arte trovadoresco
en Alemania
Los alemanes tuvieron también sus trovadores llamados
minnesanger, palabra que significa “cantores del amor”. Fueron contemporáneos
de los trovadores provenzales (siglos XII al XIV) con quienes entraron
en contactos por obra de las Cruzadas. La mayoría de ellos eran nobles
señores que se entregaban sin mayor estudio a cantar el amor con un
sentimiento que tenía mucho de místico. Los torneos artísticos celebrados
por los minnesanger en el siglo XIII fueron célebres. Las canciones
de estos poetas-músicos, en las que han influido las de los trovadores
provenzales, se distinguen por su carácter generalmente grave, solemne.
En la poesía predominan los asuntos morales y patéticos. Muchos de esos
cantos pasaron luego a los corales protestantes. Emperadores, reyes,
duques, fueron minnesanger, pero el artista que alcanzó mayor celebridad
fue Walter von der Vogelweide, delicado cantor del amor y de la primavera.
Tannhauser,
el protagonista de la ópera homónima de Richard Wagner, representa al
tipo de minnesanger en su pureza ideal.
A
mediados del siglo XIV el arte de los minnesanger decayó y la herencia
de esos cantores nobles y caballerescos fue recogida por los burgueses,
quienes se organizaron en corporaciones llamadas de maestros cantores
(meistersinger) las cuales se regían por reglamentos muy severos y estrictos.
El candidato que aspirase a ser admitido como maestro cantor en una
de esas corporaciones debía entre otras cosas, dominar perfectamente
el arte de la tablatura, conjunto de reglas pedantes, inspiradas en
un frío y seco escolasticismo. A tales circunstancias se debió el que
el arte de estos ceremoniosos maestros no pasara de ser un conjunto
de melodías monótonas, triviales y sin elevación alguna. El único de
aquellos maestros que logró destacarse fue Hans Sachs, de Nuremberg,
celebrado por Wagner en su ópera Los
Maestros Cantores de Nuremberg. Hans Sachs compuso infinidad de
canciones, de acciones carnavalescas y de otras obras de estilo más
natural y más noble que el de sus contemporáneos.
El arte trovadoresco
en Italia
La influencia de los trovadores provenzales se manifestó
igualmente en la Península Itálica. Gran parte de ésta fue recorrida
por ellos. En Génova se formaron las primeras escuelas de trovadores
que cantaban en el dialecto de aquella región. Más tarde se destacaron
en Florencia algunos compositores cuyo arte fue el punto de partida
del movimiento del Ars Nova florentino en el siglo XIV.
El
género más característico de la melodía popular en Italia fue la lauda.
Tanto los textos poéticos como las melodías que constituyen el vaso
repertorio de este tipo de canción trovadoresca italiana son casi siempre
de una gran ingenuidad al par que muy expresivos. Los orígenes y primeros
desarrollos de la lauda están íntimamente relacionados con la actividad
religiosa de carácter popular desplegada por San Francisco de Asís (1182-1226),
así como por numerosas congregaciones denominadas Compañías de Laudesi
o por diversas hermandades penitenciales (flagelantes) de la época.
El mismo San Francisco es autor de uno de los textos de laudas más hermosos
que existen: la lauda conocida con el nombre de Cánticos
de las criaturas. Dicho texto estaba destinado a ser cantado; lamentablemente
la música no se ha conservado. La lauda, lejos de desaparecer, se fue
enriqueciendo cada vez más con nuevos elementos, hasta el punto de que
tras dos siglos de evolución constante, terminó por dramatizarse y transformarse
en un nuevo género musical de vastas proporciones: el oratorio.
El arte trovadoresco
en España
En España los poetas-cantores provenzales se radicaron
principalmente en Cataluña y en Galicia. Muy poco se sabe de la música
de aquellos primeros poemas en lengua vulgar que integran el repertorio
del arte de la juglaría; de ellos sólo se ha conservado el texto. Los
cantos trovadorescos españoles más antiguos que han llegado hasta nosotros
en manuscritos musicales pertenecen al siglo XIII. El género más original
y característico de la lírica musical hispánica de aquella época es
el de las Cantigas, al que pertenecen las célebre Cantigas
en loor de Santa María, cuyo autor, si no de todas, al menos de
una buena parte de ellas, fue Alfonso X, denominado “Alfonso el Sabio”,
rey de Castilla y de León (1221-1284). Además de trovador y poeta, de
jurista, historiador y hombre de ciencia, Alfonso el Sabio fue compositor
excelente. En diversos manuscritos, algunos primorosamente ornamentados
y con valiosas miniaturas en colores que reproducen escenas o instrumentos
musicales, se conservan más de 400 composiciones pertenecientes al citado
género de las cantigas. Además de su intrínseca belleza, estas obras
son de inapreciable valor para el estudio de los orígenes de la música
popular española y de los instrumentos de la época ya que éstos han
sido reproducidos con la máxima fidelidad en las miniaturas aludidas.
Los dramas litúrgicos,
los misterios y los juegos
En la alta Edad Media, las principales fiestas litúrgicas del año daban
lugar a acciones o representaciones, las cuales formaban a veces parte
integrantes de las ceremonias sagradas. Tal era, por ejemplo la representación
que se celebraba con ocasión de la Pascua de Resurrección. En estas
acciones primitivas, denominadas misterios, se intentaba realizar escénicamente
las ideas abstractas de la religión cristiana o bien ciertos episodios
del Antiguo o del Nuevo Testamento. Dichas representaciones constituían
un espectáculo por demás interesante, pues había siempre en ellas mucha
vivacidad y gran despliegue de imaginación y de fantasía. El papel que
desempeñaba allí la música era a veces muy importante. Intervenía por
lo general en forma monódica, ya en ritmo libre, a imitación del canto
gregoriano ya en ritmo medido, en el estilo del canto trovadoresco.
Data del siglo XI uno de los misterios más antiguos que se han conservado:
es el denominado Las vírgenes
prudentes y las vírgenes necias, representación que fue muy célebre
en su tiempo. Otros misterios no menos célebres fueron: el de la Resurrección, el de Daniel,
el de Las tres Marías y el
de Adán.
Cuando
aquellos dramas no eran litúrgicos se les denominaba juegos, el más
célebre de los cuales fue el Juego
de Robin y de Marion, por Adam de la Halle de quien se hizo mención
anteriormente. Otras especies de comedias líricas profanas y satíricas,
muy gustadas en su época, fueron: La
fiesta del Asno (llamada también La
fiesta de los Locos) y El judío robado. Los instrumentos musicales
tomaban parte importante en estas representaciones. Posteriormente con
el advenimiento de la incipiente polifonía, los misterios y los juegos
decayeron y la música de ellos fue casi por completo suprimida. También
hay que decir que la Iglesia intervino en más de una ocasión para prohibir
la representación, dentro del templo, de juegos tan grotescos como el
de La fiesta del Asno, ya que en tales representaciones
se habían introducido numerosos abusos e irrespetos de toda clase.
Notas del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- A
lo largo del trabajo original Plaza utiliza constantemente los nombres
Troubadours y Trouveres en francés para designar a los Trovadores
y Troveros. Para facilitar la lectura y para ajustarse a la bibliografía
y discografía de la actualidad, hemos sustituido los términos
en francés por los equivalentes españoles. En cambio,
el caso de los minnesanger alemanes, hemos dejado el término
en su idioma original ya que es ese el comúnmente utilizado en
la actualidad. [Regresar]
2.- Véase
al respecto el capítulo 3 El canto litúrgico de la Iglesia
Cristiana. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004
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