XXVII
LA ÓPERA EN ITALIA EN EL SIGLO XIX, (Nº 1)
Cherubini,
Spontini, Rossini
Estado
de la ópera al finalizar el siglo XVIII
El siglo XIX
Luigi Cherubini
Spontini
Rossini
Su vida
Su
obra
Principales
óperas
Otras
obras
Estado de la ópera italiana
al finalizar el siglo XVIII
Durante el siglo XVIII coexisten en Italia dos formas de ópera: la ópera
seria y la ópera bufa.
La
primera, derivada directamente del drama musical de Claudio Monteverdi,
había ido degenerando paulatinamente por obra, sobre todo, de los operistas
de la Escuela Napolitana. El culto exagerado del virtuosismo vocal terminó
por hacer de la ópera un género musical de muy poco interés artístico,
cuya estructura se reducía a una serie inconexa de recitativos y de
arias, éstas últimas de gran efecto vocal, pero en las que se había
abandonado casi por completo todo carácter verdaderamente expresivo.
Mucho más interés llegó a tener la ópera bufa, por ser éste un género
musical lleno de gracia picaresca en el que se refleja admirablemente
una de las más típicas cualidades del temperamento italiano, y particularmente
del napolitano. Descollaron aquí compositores de verdadero valor tales
como Pergolesi, Paisiello, Cimarosa, Galuppi y otros. Estos operistas,
así como los afamados virtuosos que se dedicaron a interpretar aquel
vasto y ameno repertorio, ejercieron mucha influencia en toda Europa,
sobre todo en Francia.
El siglo XIX
Hubo, sin embargo, a principios del siglo XIX dos compositores
Cherubini y Spontini, quienes, por haber seguido más o menos las huellas
de la reforma gluckista, se apartaron de la rutina y produjeron algunas
óperas de mayor mérito e interés que las de sus inmediatos predecesores.
En éstas, la música adquiere mayor importancia y seriedad y se une más
íntimamente con el drama, quedando subordinados los efectos de puro
virtuosismo vocal. También mejora la calidad de los argumentos elegidos,
los que tienden a ser principalmente de tipo histórico.
Luigi Cherubini (1760-1842)
Cherubini
nació en Florencia en 1760; murió en París en 1842. Hizo serios estudios
musicales en su patria, y, tras de haber estrenado con algún éxito sus
primeras óperas, se trasladó a París en 1788, ciudad donde se radicó
hasta su muerte y donde llegó a convertirse en una figura musical de
primera importancia. Por muchos años desempeñó el cargo de Director
del Conservatorio, donde formó numerosos discípulos, dejando fama de
notable pedagogo, profundamente versado en la ciencia musical. El Tratado
de Contrapunto y Fuga, que dejó escrito constituye una obra clásica
en la materia. Como compositor, Cherubini se caracteriza por la severidad
de su estilo y la perfecta realización técnica que se halla en todas
sus obras. En sus óperas buscó armonizar el espíritu de la sinfonía
con la expresión lírica y dramática, por lo que puede considerársele
como un continuador de Mozart. Sus principales óperas son: Lodoiska, Medea, Anacreonte y la ópera cómica El
Aguador, cuya obertura es bastante popular. También compuso Cherubini
importantes obras religiosas, entre otras, una Misa a 8 voces y un célebre Requiem,
obras de estilo severo y de imponente arquitectura. Lo mismo puede decirse
de sus seis Cuartetos de cuerda,
en los que sigue la forma clásica de sus antecesores alemanes. Por regla
general, la música de Cherubini resulta un poco fría y académica, sin
bien en algunas ocasiones no puede negársele cualidades expresivas y
un lirismo íntimo, aunque disciplinado.
Gaspar Spontini (1774-1851)
Spontini
nació en Majolati (Ancona, Italia) en 1774; murió en su pueblo natal
en 1851. Hizo sus estudios musicales en Nápoles, cuya escuela tuvo mucha
influencia sobre sus primeras composiciones. Después de estrenar con
algún éxito varias óperas, se marchó a París en 1803, donde se radicó
por muchos años. Nombrado director del Teatro Italiano de aquella ciudad,
conquistó mucha fama con sus óperas La
Vestal, Hernán Cortés y Olimpia. En 1820 pasó a Berlín, donde fue nombrado compositor de la
Corte, tributándosele los más grandes honores. Permaneció muchos años
en dicha dudad, estrenando nuevas óperas y distinguiéndose como director
de orquesta. Debido a su carácter irritable y a su temperamento despótico,
Spontini terminó por perder el favor de la Corte y el del público berlinés.
La fama creciente de Weber contribuía, por otra parte, a aminorar el
prestigio que había alcanzado. En 1824 regresó a París, arruinado física
y moralmente. Pocos años después se marchó a su patria en busca de salud,
donde permaneció hasta su muerte.
Si
a Cherubini se le puede considerar como el representante en Francia
de la música durante el período de la Revolución Francesa, Spontini
viene a ser el representante de la Era Napoleónica. Su ópera más célebre, La Vestal, es una tragedia musical de vastas proporciones, muy original
y llena de pasión, en la que se evidencia la influencia de la reforma
gluckista. Sus coros tienen a veces la épica grandiosidad de los coros
de Haendel. Hernán Cortés y Olimpia, aunque inferiores, son también
óperas notables por la gravedad de su inspiración y la riqueza de su
contenido musical. La música de Spontini se caracteriza por la marcial
grandiosidad de las frases melódicas, la amplitud y majestad del estilo
y el ímpetu juvenil que las anima.
Gioacchino Rossini (1792-1868)
Su vida
Rossini nació en Pésaro (Italia central) en 1792. Hijo
de padres muy humildes -su padre era trompista en las orquestas de ópera-
hizo sus estudios musicales en Bolonia bajo la dirección del Padre Mattei.
Es curioso anotar que por aquellos años el joven Rossini se consagró
con fervor a estudiar los cuartetos de Haydn y de Mozart, lo que le
valió entre sus amigos el apodo de “Il Sassone” (el sajón) que éstos
le pusieron. La influencia de los clásicos, en particular la de Mozart,
se hará patente más tarde en algunas de sus óperas, sobre todo en las
oberturas de éstas. Arrastrado por las corrientes de la época, pronto
abandonó Rossini el severo estudio y se entregó de lleno al teatro,
que le atraía irresistiblemente. Dos de sus primeras óperas, Tancredo y La Italiana en Algeria, estrenadas con mucho éxito en 1813, representan
ya, no obstante sus deficiencias, un notable progreso para la época.
Alentado por el éxito, Rossini se aventura a poner en música el libreto
de El Barbero de Sevilla que
había sido ya musicalizado por Paisiello, compositor que gozaba entonces
de gran prestigio. A pesar de haber fracasado en Roma el día de su estreno
(en 1806), el Barbero rossiniano terminó por conquistar
el favor público. A partir de entonces el joven maestro se convirtió
en ídolo de las multitudes. Tras haber estrenado muchas nuevas óperas
en diferentes ciudades de Italia, a partir del año 1822, Rossini se
dio a viajar por Europa. Después de una corta estada en Viena, donde
de paso conoció a Beethoven, regresó temporalmente a Italia, estrenó
su ópera Semiramis (1823) y luego se marchó a Londres,
donde ganó muchísimo dinero dando a conocer sus obras en conciertos
y veladas. Su fama era tal que, al año siguiente, cuando llegó a París,
tuvo el honor de ser nombrado Primer Director del Teatro Italiano, y
luego, con un magnífico estipendio, Inspector del canto en Francia y
Primer Compositor del Rey. En los años 1826 y 1827 produjo sus óperas El sitio de Corinto y Moisés,
en las que se amolda al gusto francés de la época, obteniendo nuevos
y resonantes éxitos. Durante varios meses se retira entonces Rossini
para trabajar en la composición de Guillermo
Tell, su ópera seria más importante, estrenada con inmenso éxito
en 1829 en el Teatro de la Ópera. Con esta espléndida partitura puede
decirse que quedó definitivamente consagrada la fama de que gozaba ya
el maestro en todo el mundo musical. A partir de esa fecha Rossini,
a quien mucho agradaba la vida cómoda y sedentaria, renuncia a seguir
componiendo para el teatro. Tras un corto viaje a Italia, optó por radicarse
definitivamente en París. Un célebre Stabat Mater fue la única obra importante
que compuso durante ese largo período de inactividad y de molicie en
que vivió hasta su muerte, acaecida en París en 1868. Rodeado de admiradores
y amigos, supo siempre conservar su proverbial buen humor, su carácter
campechano y burlón.
Su obra
Rossini fue esencialmente compositor de óperas. Se
le puede considerar como la más sincera y completa manifestación del
genio musical italiano en este género. Fue además un reformador genial
que logró infundirle nueva vida a la ópera y restaurar el bel canto, en plena decadencia desde hacía muchos años. Rossini introdujo
en la ópera nuevas formas y nuevos materiales. Substituyó los recitativos a secco (acompañados por el
cémbalo o clavecín) por recitativos obbligati (acompañados por la orquesta). Aumentó los trozos de conjunto, con o
sin coros, y los desarrolló en forma tal, que algunos de ellos llegan
a constituir verdaderas sinfonías vocales de maravilloso efecto. Reforzó
la orquesta, le dio mayor brillo a la instrumentación y halló nuevas
e interesantes combinaciones armónicas. En cuanto a la invención melódica,
su mérito es mayor aún. Su inagotable fecundidad se manifiesta en las
innumerables melodías bellas y originales que abundan en sus partituras.
Su música, espontánea, exuberante y de una alegría tan fresca, contrasta
sobre manera con la producción de sus contemporáneos, razón por la que
fue gustada y comprendida desde un principio por todos los públicos.
Entre otras innovaciones introducidas por el maestro en sus óperas,
además de las ya citadas, mencionaremos: el crescendo rossiniano, procedimiento típico del compositor, bastante
superficial y efectista, el cual consiste en hacer oír una frase musical
en un matiz de sonoridad muy débil, frase que luego se va repitiendo
con intensidad cada vez mayor hasta terminar en un brillante y estruendoso
final a toda orquesta, y el Aria
di bravura, tipo especial de gran aria italiana, de extraordinario
virtuosismo vocal. En estas arias abundan las ricas vocalizaciones y
los adornos de toda suerte en el canto, concebidos conforme a una técnica
y un estilo vocal típicamente rossinianos. La influencia de éstos y
de otros muchos elementos estilísticos fue considerable en toda Europa
durante el siglo XIX, a tal punto que puede decirse que la escuela moderna
del bel canto italiano deriva
íntegramente de Rossini.
Principales óperas
Entre las óperas compuestas por Rossini en Italia,
se destacan: Tancredo (1813),
obra de gran pureza y sencillez, llena de gracia y poesía. El Barbero de Sevilla (1816), la ópera maestra del compositor en el
género bufo. Es una partitura llena de vida y de gracia picaresca, de
una comicidad típicamente italiana. Sus principales méritos estriban
en la frescura de la inspiración, la perfección de la forma y. la admirable
pintura de los caracteres. Estas cualidades son tanto más sorprendentes
cuanto que la obra fue compuesta en el breve lapso de dos semanas. Con Otello, compuesta también en 1816, Rossini inicia una nueva modalidad
en su producción, ya que abandona el estilo de la tragedia tradicional
para buscar preferentemente los efectos externos, encaminándose de esa
manera hacia el género de la Gran Ópera Francesa. Es particularmente
notable en esta ópera el tercer acto por su originalidad y fuerza dramática. Cenerentola (La Cenicienta) y La gazza ladra (La urraca ladrona) (1817)
son otras dos óperas bufas que se cuentan entre las más populares de
Rossini. Moisés en Egipto es una acción trágico-sagrada, especie de oratorio escenificado en el
que se revela otro aspecto del genio rossiniano. A pesar de sus numerosas fioriture, poco adecuadas a la gravedad del argumento, contiene hermosas
páginas, majestuosas y patéticas, entre las que se destaca la célebre
plegaria de Moisés. Semiramis (1823) fue la última ópera importante compuesta por Rossini en Italia.
Es la más brillante de sus partituras, pero también la más sobrecargada
de ornamentaciones vocales. Tiene escenas, como la central con todo
el trozo de conjunto que le sigue, cuya potencia dramática es realmente
impresionante.
Entre
las óperas escritas en París se destacan El
sitio de Corinto, adaptación al gusto francés de una antigua ópera
del maestro, y la nueva versión del Moisés,
mucho más desarrollada por la obra homónima compuesta en Italia. En Le Comte Ory (1828), considerada por Berlioz
como una de las obras maestras de Rossini, brillan el estro melódico
y la jovialidad de su autor. Guillermo
TelI (1829), por último, es la obra capital de Rossini en el terreno
de la ópera seria. Es, además, una obra de importancia histórica, ya
que con ella queda definitivamente establecido el nuevo tipo de la Gran
Ópera Francesa, llamado a tener tan inmensa fortuna en la primera mitad
del siglo XIX. Se funden armoniosamente en Guillermo
Tell las cualidades características de aquel nuevo tipo de ópera
internacional: “La belleza melódica de la música italiana, la profundidad
armónica de la alemana y el instinto dramático de la francesa”, hábilmente
amalgamadas. A ello se agrega la exuberante riqueza de la fantasía,
el brillante colorido de la orquesta y el cabal dominio de la forma.
Entre las cualidades que más resaltan en Guillermo Tell cabe citar: su carácter
sinfónico, manifiesto desde la célebre y popular obertura, la íntima
unión del texto y de la música, la magnificencia de los coros, el lirismo
y la poesía que respira toda la obra. El 2º Acto es particularmente
notable por su inspiración sostenida en todas sus partes.
En
casi todas estas óperas se destacan por su excepcional interés musical
las Oberturas, muy originales y hábilmente
instrumentadas.
Otras obras
Rossini dejó escritas varias composiciones sobre textos
religiosos y algunas cantatas profanas. Entre las primeras se cuentan
tres Misas y un Stabat Mater a 4 voces, coro y orquesta, de estilo muy teatral, obra
que alcanzó mucha celebridad en el siglo XIX. Algunos cuartetos de cuerda,
diversos álbumes de piezas para piano y numerosas melodías para una
o más voces completan la producción de este compositor, uno de los más
fecundos que han existido. Entre sus más destacados continuadores se
cuentan: Mercadante, Donizetti, Bellini y los hermanos Ricci.
Notas del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004
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