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El Lenguaje de la Música
(Lecciones populares sobre música)

Juan Bautista Plaza

XIV
Música instrumental. La suite

Ya he mencionado anteriormente la música instrumental. Esta clase de música ha venido adquiriendo con el tiempo una importancia cada vez mayor. Presenta tal variedad de formas y de estilos que bien pudiéramos pasar años enteros oyendo música instrumental, sin temor de ver agotarse el repertorio. Y, sin embargo, hace varios siglos, en el Renacimiento, no sucedía así. Son relativamente muy escasas las obras de música instrumental de esa época que han llegado hasta nosotros. En cambio, se conserva un repertorio muy rico de piezas vocales, principalmente de estilo religioso. Indudablemente, los instrumentos no se habían perfeccionado todavía lo suficiente como para suscitar la creación de un repertorio importante de obras compuestas para ser ejecutadas únicamente por medio de instrumentos musicales. Hay, además, otras razones de índole histórica o técnica que explican por qué se cultivó la música vocal antes que la instrumental. No es mi propósito desarrollar aquí este interesante tema, pero sí quisiera decir algo sobre uno de los primeros tipos de música instrumental el más sencillo de todos que empezó a divulgarse en Europa durante el Barroco y que ha seguido desarrollándose en forma muy variada e interesante hasta nuestros días. Este tipo de música a que me refiero es el de la suite. En la lección anterior me referí precisamente a una suite: la primera Suite Arlesiana, del compositor francés Jorge Bizet, el autor de la célebre ópera Carmen. Dije entonces que la palabra francesa suite equivale a serie.

Una obra musical, pues, que lleva el título de suite, implica que está constituida por una serie de piezas más o menos independientes las unas de las otras, pero que han de ser ejecutadas en un orden determinado, formando así un conjunto homogéneo. Cuatro piezas cualesquiera, escogidas al azar, no podrían llegar a constituir una verdadera suite, ya que faltaría la unidad de estilo que debe ligar entre sí dichas piezas. Es esta unidad de estilo lo que hace que, cuando terminamos de oír los diferentes números musicales de que se compone la serie o suite, percibimos el conjunto como una obra acabada, que tiene un comienzo, una parte central y una conclusión. Cualquiera de estas partes, tomada por separado, puede tal vez interesarnos, pero no pasará de ser una pieza aislada, una pieza por lo general muy breve, cuya verdadera significación no captaremos hasta no conocer el organismo del cual forma parte. Es como si en un edificio, nos pusiéramos a considerar tan sólo el estilo y la forma de las ventanas, prescindiendo por completo de la relación que éstas puedan tener con las puertas, columnas, techo y demás partes esenciales de que se compone el todo. La forma y el estilo de tales ventanas pueden ser muy atractivos, pero la verdadera significación, el verdadero mérito artístico de tales ventanas no lo sabremos apreciar mientras no observemos también la forma y el estilo concordantes de las demás partes del edificio al que aquéllas pertenecen.

Originalmente la suite consistió en una sucesión de tres, cuatro o más aires de danzas. De estos primitivos aires de danzas me ocuparé detenidamente en otra ocasión. Por el momento basta saber que así nació esta importante forma musical denominada suite. Los instrumentos más perfeccionados de que disponían los compositores en aquel entonces, eran el laúd, el órgano, el clavecín y el violín. Para ser ejecutados en ellos, escribieron los músicos muchas suites, cada una compuesta por lo general de cuatro aires de danzas. Más tarde, cuando comenzó a organizarse la orquesta, hubo muchos compositores que escribieron también suites para orquesta. Por otra parte, los viejos aires de danzas fueron pasando de moda; en lugar de este género de piezas, los compositores empezaron a utilizar otra clase de música instrumental para elaborar suites de un estilo más moderno. En el siglo XIX, que fue un siglo romántico, la suite llegó así a perder por completo su carácter primitivo. Vemos entonces aparecer un nuevo tipo de suite muy pintoresco, en el cual el compositor introduce mucha fantasía, aprovechando la riqueza de instrumentos y de sonoridades de que dispone la orquesta moderna. La música de estas suites modernas es generalmente muy evocadora. Por medio de ellas, se pretende evocar, por ejemplo, un sitio remoto, como sucede en la Suite Algeriana, de Saint-Saëns o bien algún cuento o leyenda oriental, como es el caso de Scheherezade, la conocida suite de Rimsky-Korsakov.

Es una de estas suites de estilo moderno la que quiero ofrecer como ilustración musical de esta lección. Dicha suite es una de las más populares que existen en el repertorio de las orquestas de hoy día. Es la titulada Cascanueces, del compositor ruso Tchaikovsky.

Sucede con esta suite lo mismo que con la Suite Arlesiana de Bizet, no tuvo originalmente el compositor la intención de escribir una suite para orquesta, sino una obra más extensa. Lo que compuso Tchaikovsky fue música para un ballet, espectáculo que consiste en una acción enteramente danzada, cuyo argumento es tomado por lo general de alguna leyenda poética o de algún cuento fantástico. El asunto del ballet Cascanueces lo tomó Tchaikovsky de un gracioso cuento de Hoffman titulado El cascanueces y el ratón-rey. Con los distintos números musicales de que consta este ballet, elaboró el compositor la suite para orquesta a que estoy refiriéndome. La primera pieza es una "Obertura miniatura", la cual ofrece una particularidad muy interesante en su instrumentación, y es que el compositor no emplea en toda ella ni violoncelos ni contrabajos. La predominancia de violines e instrumentos de tesitura aguda le comunica a esta pieza un brillo, una luminosidad especial. Viene en seguida una pequeña "Marcha", de estilo pomposo, en la cual predominan los vigorosos instrumentos de metal, trompas, trompetas, trombones.

Los números que siguen son: la “Danza del Hada-Confite” y una danza rusa llamada “Trepak”. El número quinto es una danza árabe. En esta evocadora pieza de carácter lánguido, nostálgico, la instrumentación es también muy fina. Únicamente oímos aquí los diversos instrumentos de cuerda con sordina, y flautas, clarinetes, oboes y demás instrumentos de viento-madera. A veces el característico tamboril oriental interviene también, comunicándole así a la obra un delicado color exótico.

La brevísima “Danza China” que viene en seguida no constituye ciertamente un modelo de música china auténtica. Esta piececita es más bien una fantasía semioriental de Tchaikovsky realizada musicalmente con bastante gracia. Inmediatamente después viene la danza de las flautas. El verdadero título de esta pieza es “Danza de los Mirlitones”. En Francia llaman mirlitón a un popular instrumento de boca, en forma de tubo, tapado con membranas en sus extremidades, con el que juegan los niños. Nuestros muchachos han inventado un instrumento parecido, que todos conocemos: envuelven un peine en papel, lo aplican a la boca y se ponen a cantar en esa forma. Este no es, desde luego, un instrumento musical sino un simple juguete. Tchaikovsky, sin embargo, titula su pieza “Danza de los Mirlitones”, aun cuando son flautas corrientes las que ha empleado en su instrumentación.

El octavo y último número se titula “Vals de las Flores”. Es tal vez la pieza más popular de esta célebre suite. Escrito en el estilo de los valses vieneses, el “Vals de las Flores”, de Tchaikovsky, es una de las composiciones ligeras más inspiradas del famoso autor ruso.

Con este brillante número termina la original Suite Cascanueces, que deja en el ánimo del oyente una impresión de alegría, un poco frívola, pero muy grata.


Piotr Ilich Tchaikvosky, compositor ruso
(Kamskovotkinsk, 1840 - San Petersburgo, 1893)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Suite Cascanueces de Piotr Ilich Tchaikovsky.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
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