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El Lenguaje de la Música
(Lecciones populares sobre música)

Juan Bautista Plaza

XLIX
Música religiosa: Bach, Haendel, Beethoven

El siglo XVIII y los comienzos del xix fueron una de las épocas más fecundas en la historia del arte musical. Es la época de Bach y Haendel; de Glück y de Rameau; de Haydn, Mozart y Beethoven, por no citar sino las figuras culminantes, las de aquellos genios cuya producción abarca casi todos los géneros musicales, y que dejaron en sus numerosas creaciones artísticas, modelos absolutamente perfectos e insuperables.

De este grupo excepcional de compositores, cuatro se destacaron particularmente en el campo de la música religiosa: Bach y Haendel, en la primera mitad del siglo XVIII; Mozart en la segunda mitad de la misma centuria; y Beethoven a principios del siglo XIX. Del primero de ellos, Johann Sebastian Bach, puede decirse que su obra, en lo que ella tiene de más profundo y trascendental, fue la obra de un místico que supo hallar en la música el lenguaje más puro y más directo para comunicarse con la Divinidad. Casi toda su vida la consagró Bach al servicio de la religión, sobre todo durante los veintisiete años que vivió en Leipzig, donde desempeñaba el cargo de cantor —especie de maestro de capilla— en la iglesia de Santo Tomás de aquella ciudad. Como cumbres altísimas se destacan, entre la multitud de obras maestras de todo género que compuso Bach, la colosal Pasión según San Mateo y la Misa católica en Si menor. Estos dos monumentos sonoros, elevados exclusivamente a la gloria de Dios, expresan en su lenguaje sublime, los anhelos, el amor, la fe, el misticismo del alma cristiana, en toda su pureza y sinceridad. Tal es, al menos, la impresión que recibimos al escuchar toda esa música que, nacida en la tierra, no parece ciertamente haber tenido su origen aquí. Un ejemplo, aunque muy corto, de uno de los corales de la Pasión según San Mateo, bastará tal vez para demostrar la verdad de cuanto decimos sobre el hondo misticismo de Bach. Decimos un coral, por ser éste precisamente el género de música religiosa que le sirve como de fundamento a las más grandes obras de Bach. El coral, sin embargo, es la forma de composición más sencilla o primitiva que pueda imaginarse. Muy pocas notas, distribuidas con pausada regularidad y con cierta simetría dentro de unos cuantos compases: a eso más o menos se reduce la estructura de un coral. ¿Cómo ha logrado Bach infundirle tanto espíritu a una cosa tan elemental? ¿Cómo ha logrado crear tanta belleza con medios tan sencillos? Tales son los milagros que sólo el genio puede realizar. El pequeño coral que sugerimos oír es, como dijimos, uno de los muchos que figuran en la Pasión según San Mateo. Este interviene en el momento de dicha pasión en que Cristo acaba de ser coronado de espinas. Después que el Evangelista ha terminado su narración de este doloroso episodio, el coro, desempeñando el papel del creyente afligido ante el macabro espectáculo, expresa en este coral, esos sus sentimientos de aflicción. El texto traducido, dice más o menos, así:

“Oh cabeza cubierta de sangre y de heridas,
de dolor y de escarnio.
Oh cabeza, ultrajada y coronada de espinas.
Oh cabeza, tan hermosa antes y tan venerada
y ahora objeto de tantas afrentas:
¡Bendita y alabada seas!”

Oigamos de qué manera expresa Bach, en un sencillísimo coral, estos sentimientos de compasión y de ternura.


Johann Sebastian Bach, compositor alemán
(Eisenach, 1685 - Leipzig, 1750)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
Coral “O Haupt voll Blut und Wunden”, de la Segunda parte de la Pasión según San Mateo, de Johann Sebastian Bach.

Esperamos que este ejemplo, por breve que sea, dará una idea del espíritu místico que ha sabido infundirle Bach a su música, al componer la Pasión según San Mateo. En cuanto a la Misa en Si Menor, ha sido considerada por la crítica como la obra más vigorosa y grandiosa de Bach. El análisis detallado de esta música es sumamente interesante, pues nos revela el esmero que ponía Bach en traducir musicalmente, con máxima fidelidad, todos los pormenores del texto sagrado. El prodigioso dominio técnico que poseía el maestro le permitió crear un lenguaje musical apto para traducir simbólicamente cosas, sentimientos o ideas que a primera vista parece imposible que pudieran llegar a ser expresadas por medio de la música. El ejemplo de la Misa en Si menor que vamos a citar, el “Et incarnatus” del Credo, es uno de los más característicos de este estilo simbólico de Bach. Dicho pasaje del Credo se refiere al Hijo de Dios quien, habiendo bajado de los cielos, “encarnó por obra del Espíritu Santo, de María Virgen y se hizo hombre”.

¿Cómo interpreta Bach musicalmente estas palabras tan llenas de profundo misterio? —Albert Schweitzer, en su magnífico estudio sobre J. S. Bach, el músico poeta, nos dice, cómo después de describir, por medio de giros metódicos descendentes, la bajada de Cristo a la tierra, el compositor, valiéndose de frases y armonías indecisas, vacilantes, que de compás en compás se van repitiendo en forma siempre análoga, logra de esta manera darnos la idea exacta de lo que él se propone expresar, esto es, que el Espíritu Divino, al descender, parece como si flotara, indeciso, sobre el mundo, en busca de una existencia donde encarnar. Pero una vez que aparecen las palabras: “Et homo factus est” (“y se hizo hombre”) entonces el motivo melódico llega súbitamente a la cadencia final, o sea, al más completo reposo. Preparados ya con esta sencilla explicación, oigamos ese maravilloso trozo musical de Bach que es el “Incarnatus” de la Misa en Si menor.


Johann Sebastian Bach, compositor alemán
(Eisenach, 1685 - Leipzig, 1750)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
“Et incarnatus” de la Misa en Si menor, de Johann Sebastian Bach.

Contemporáneo de Bach fue George Friedrich Haendel, otro de los compositores de más alta inspiración religiosa que ha habido en la historia. Haendel carece de esa profundidad tan puramente mística que hallamos en Bach. Su música religiosa, inspirada casi toda en la Biblia, tiene por lo general un carácter decorativo, a la vez que dramático. Ella tiende a expresar, de preferencia, el aspecto de todo lo imponente, de todo lo grandioso que ofrece la historia del pueblo de Israel, tal como ésta se nos presenta a través de los libros del Antiguo Testamento. “Los oratorios de Haendel —ha dicho un escritor—, son como “historias sagradas” elevadas a la última potencia, llevadas al colmo de la fuerza y de la majestad”.[1]

Haendel compuso treinta y dos oratorias, la mitad de los cuales son sobre asuntos bíblicos. Entre estos últimos, el oratorio El Mesías es el que ha alcanzado mayor celebridad. Se le considera como “la más grandiosa epopeya que haya sido compuesta musicalmente en honor del cristianismo”. Su título equivale en realidad al de “Redención”, pues este oratorio no es más que “la cantata de todo el género humano, redimido y congregado para celebrar su agradecimiento a Dios”. El Mesías se hizo famoso desde el día mismo de su estreno —13 de abril de 1742— en Londres.

No menos espléndido y grandioso es el coro que comienza con las palabras “Digno es el Cordero”, el cual pertenece al final de la tercera y última parte de El Mesías. Haendel, después de haber cantado en las dos primeras partes de su oratorio el advenimiento, pasión, muerte y resurrección de Cristo, se entrega en la tercera a evocar el Juicio Final y la resurrección de los muertos. Después de unas aclamaciones apocalípticas, termina la obra con una gran fuga final sobre la palabra amen. Es el coro que precede a esta fuga el que sugerimos oír en seguida: un coro de agradecimiento, desbordante de dicha y de santa alegría: una de las páginas musicales más suntuosas que se hayan escrito.


George Friedrich Händel, compositor alemán
(Halle, 1685 - Londres, 1759)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
“Worthy is the Lamb”, de El Mesías, de George Friedrich Haendel.

En la segunda mitad del siglo XVIII, Haydn y Mozart fueron los genios musicales que dejaron obras de más alta inspiración.

Pero, mientras Haydn se distinguió casi exclusivamente en el campo de la sinfonía clásica y de la música de cámara, el genio universal de Mozart abarcó con inusitada perfección todos los géneros musicales.

Como compositor religioso, Mozart nos ha dejado relativamente pocas obras. En ellas, lo mismo que en el resto de su vasta producción, hallamos momentos de una inspiración verdaderamente sublime. Siempre sereno, de una divina serenidad, Mozart, en cuanto se refiere a su expresión religiosa, es el cantor por excelencia del dolor resignado y de la tranquila esperanza en Dios. Su drama humano lo vive él dentro de sí; por tremendo que haya sido este drama, sobre todo en los últimos años de su corta vida, jamás su música le sirve de lenguaje o de vehículo para hablarnos de él. Su arte lo reservó siempre, únicamente, para cantar todo aquello que por su belleza o su espiritual elevación fuera digno de ser cantado, de ser expresado en forma bella. Con toda su serenidad y acaso por ello mismo, nada nos resulta tan doloroso como escuchar su Requiem, que compuso el último año de su vida, sabiendo que este canto postrero estaba destinado a conmemorar su propia muerte. A esta obra maestra nos referimos en especial en la lección anterior.

La gigantesca producción de Beethoven abarca, como la de Mozart, todos los géneros rnusicales. No podía, por lo tanto, faltar entre las obras de Beethoven aquella que expresara su fe y sus sentimientos religiosos. Esta obra fue la Misa Solemne en Re, “escrita con el propósito de despertar en el oyente sentimientos religiosos”, según afirmaba el propio Beethoven. La misma libertad que hallamos en casi todas las composiciones de este genio revolucionario del arte musical, ha presidido también en la creación de esta Misa, de una estructura por completo ajena a todas las exigencias de la liturgia católica, hasta el punto de que en ella intervienen a veces elementos puramente humanos tales como cierto “allegretto pastoril” o la fanfarria guerrera que figuran en el “Agnus Dei”. Por dondequiera se trasluce en esta obra, que es indudablemente religiosa, pero no mística, el temperamento impetuoso y dramático de Beethoven. La Misa Solemne en Re, por su inspiración francamente romántica, es una de las obras más atrevidas que se hayan escrito. Beethoven la consideraba como “su obra más acabada”. “Mientras la escribía —cuenta Schindler, amigo intimo del compositor—, todo el ser de Beethoven parecía que se transformaba... Confieso —agrega Schindler— que ni antes ni después de esta época lo he visto en un estado igual de absoluto olvido de las cosas de este mundo”.

Un trozo característico del estilo de esta Misa es el final del “Benedictus” que recomendamos oír. Además de la gran orquesta, intervienen en la ejecución de este trozo un cuarteto vocal y un coro compuesto de sopranos, contraltos, tenores y bajos. El texto del “Benedictus” no puede ser más corto, no dice más que esto:

Bendito el que viene en nombre del Señor,
¡Hosanna en lo más alto de los Cielos!

Pues bien, sobre estas pocas palabras, Beethoven, el exuberante, ha escrito nada menos que ¡36 páginas de partitura, el todo precedido de un preludio instrumental de 32 compases!


Ludwig van Beethoven, compositor alemán
(Bonn, 1770 - Viena, 1827)

Ejemplo musical:
(audio disponible solo en la versión en CDROM)
“Benedictus” de la Misa Solemne en Re mayor, de Ludwig van Beethoven.

 

Notas del Editor

Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este trabajo no están indicadas en los originales.

1.- Camille Béllaigue: Les époques de la Musique. Tomo I, pág. 276. [Regresar]

 

Al utilizar parte de este material se agradece citar la siguiente fuente:

Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos. Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista Plaza, Caracas, 2004

 
 
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