XXIII
El movimiento lento de la sinfonía
y en la suite modernas
Es evidente que la época romántica y revolucionaria durante
la cual vivió Beethoven influyó poderosamente en el carácter de su inspiración.
Todas sus obras están impregnadas de un espíritu nuevo, cuya influencia
sobre los músicos posteriores fue enorme. Salvo raras excepciones, los
compositores del siglo XIX ya no siguen componiendo sinfonías de estilo
clásico. La música descriptiva o evocativa, la música de carácter pintoresco
es la que mayormente se cultiva en casi todos los países. Como consecuencia
de ello, surgen nuevas formas de composición entre otras, un nuevo tipo
de suite basada, no en los antiguos aires de danzas, sino en otra clase
de música, de libre estructura y mucho más cónsona con los gustos de
la época. En esta suite moderna, encontramos a menudo piezas de movimiento
lento que no tienen nada que ver con los aires de danzas. Son piezas
que, en cierto modo, vienen a desempeñar, en tales suites, un papel
análogo al que desempeñan los adagios en las sinfonías clásicas. Pero,
antes de hablar de estas que pudiéramos llamar las últimas transformaciones
del adagio de sinfonía o de sonata, conviene que nos detengamos una
vez más en la obra de Beethoven; ya que es en ella donde hay que buscar
el origen de tan radicales transformaciones.
En uno de los conciertos para piano, de Beethoven, el que
lleva el N° 4, hallamos un movimiento lento que es una página musical
de una novedad y de una elocuencia realmente extraordinarias. Dicho
movimiento, bastante corto, se titula “Andante con moto”, esto es, andante
algo movido. Su estructura no se parece a la de ingún otro movimiento
similar, pues la intención que ha tenido aquí el compositor ha sido
la de traducir, en forma de diálogo instrumental, la dramática lucha
entre dos principios opuestos o dos sentimientos contrarios. Un reputado
comentarista del gran compositor, refiriéndose a este andante, lo describe
así: “Los bajos atacan un tema rudo, duramente ritmado, el cual afirma
con violentas sacudidas una voluntad brutal; tímido y como temeroso,
débil, aislado, el piano contesta con una dolorida súplica: y el diálogo
continúa entre la obstinación inflexible de la orquesta y la voz suplicante
del piano. Poco a poco el principio violento cede y se apacigua, a medida
que las súplicas del piano se hacen más insistentes, y entonces el tema
inicial, rudo y áspero, se fragmenta, se debilita, y pronto deja la
palabra al solo, cuya voz, desde ahora victoriosa, se extiende en una
frase amplia y serena, la cual —después de un lejano y sordo retumbar,
en donde expira el eco de las cóleras vencidas— termina sobre un acorde
de ensueño”.[1]

Ludwig van Beethoven, compositor alemán
(Bonn, 1770 - Viena, 1827)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Andante con moto del Concierto para piano y
orquesta N° 4, en Sol mayor, opus 58, de Ludwig van Beethoven.
Esta dramatización de la música instrumental es, como hemos
dicho en otras ocasiones, uno de los rasgos más característicos que
ofrece el desarrollo de este arte en la época moderna. La creación de
formas musicales nuevas ha sido, pues, necesaria, ya que las antiguas
mal se prestaban a este proceso de dramatización, fruto del espíritu
y de las inclinaciones románticas del siglo XIX. Entre estas formas
nuevas de composición, se destaca por su importancia la que lleva el
nombre de poema sinfónico. De este interesante género musical hablaremos
detenidamente en su oportunidad. Por ahora seguiremos tratando del adagio
o, mejor dicho, de aquellos movimientos más o menos lentos que derivan
de él y los cuales han entrado a formar parte de la suite moderna.
La suite antigua, la suite clásica, se presenta casi siempre
como una simple sucesión de diferentes tipos de aires de danzas. En
dicha suite, el contraste entre movimientos rápidos y movimientos lentos,
se obtenía alternando aires de danzas de ritmo alegre, con aires de
danzas ceremoniosas y de movimiento pausado. Entre estas últimas sobresalían
la pavana y la zarabanda. Esta manera de concebir la suite ha sido casi
por completo desechada por los compositores modernos. Para éstos, una
suite es fundamentalmente una serie de piezas de distinto carácter.
La estructura de estas piezas no tiene importancia; a este respecto
reina la mayor libertad. Lo esencial es que siempre se mantenga cierta
unidad de estilo y que haya interesantes contrastes rítmicos y expresivos
entre unos y otros movimientos. Tomemos, por ejemplo, la célebre Suite
Bergamasque para piano, de Claudio Debussy. Los cuatro movimientos
de que consta esta obra llevan los títulos siguientes: “Preludio”, “Minuet”,
“Claro de luna” y “Passepied”. La simple enunciación de dichos títulos
nos indica la variedad que existe en el carácter expresivo de cada uno
de los movimientos que a ellos corresponden. Vamos a oír uno de éstos,
el precioso “Claro de luna”, por ser el que en esta suite equivale al
movimiento lento de la sinfonía clásica o el que en cierto modo viene
a reemplazar a la zarabanda de la antigua suite. La delicadeza y el
suave romanticismo de este “Claro de luna” es algo completamente nuevo
dentro de la suite. Esta llega así a convertirse, por obra de Debussy,
en un género musical impregnado de exquisita poesía.

Claude Debussy, compositor francés
(Saint-Germain-En-Laye, 1862 - París, 1918)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
“Clair de lune” de la Suite Bergamasque,
de Claude Debussy.
Hace poco hicimos notar el carácter dramático de aquel diálogo
entablado entre el piano y la orquesta, en el andante con moto del Concierto
N° 4, de Beethoven. Un contraste semejante es el que ha presidido
la elaboración de la estupenda suite sinfónica Scheherezada,
del compositor ruso Rimsky-Korsakov, de fines del siglo XIX. También
esta vez se trata de la oposición de dos temas fundamentales: el de
Schariar, el feroz sultán que asesinaba a todas sus mujeres al día siguiente
de la boda y el de la hábil Scheherezada, quien supo, con sus mil y
un cuentos, mantener vivo el interés del temible esposo durante otras
tantas noches. Cada uno de los movimientos de que se compone esta suite
—y son cuatro— evoca musicalmente la narración de uno de esos encantadores
cuentos orientales de Las mil y una noches; pero a la vez, en
cada uno de dichos movimientos están simbolizadas, por medio de sendos
temas musicales que forman un gran contraste entre sí, las figuras tan
opuestas del sultán y de Scheherezada. Al final, como en el andante
de Beethoven, termina, venciendo el principio o elemento femenino, esto
es, el dulce e insinuante tema de la sultana triunfadora. El tercer
número viene a ser el movimiento de tipo lento de esta suite. Evoca
el cuento del joven príncipe y de la joven princesa. Los violines inician
una sentida canción amorosa, a la cual le sigue un gracioso aire de
danza oriental; acaso la joven princesa le ha ordenado a sus esclavas
danzar en honor del joven príncipe. El importante solo de violín que
sigue luego no es más que el tema de Scheherezada, el cual aparece esta
vez muy amplificado. El trozo concluye con la reaparición de la melodía
inicial del cuento de los jóvenes príncipes.

Nicolai Rimski-Korsakov, compositor ruso
(Tichvin, 1844 - Lyubens, 1908)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Tercer movimiento de Scheherezade, de Nikolai
Rimsky-Korsakov.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- Chantavoine: Beethoven, traducción española,
pág. 154. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |