XXXIX
Música moderna. Desarrollo del virtuosismo instrumental y coral [1]
Consideremos ahora otros curiosos aspectos que nos ofrece
la música moderna. Es natural que a todos nos interese conocer
el arte de nuestro tiempo (1940), arte tan extraño a veces, que
acaba por parecernos extravagante o incomprensible. Tal vez, a la larga,
lograremos familiarizarnos con él, o por lo menos, con el pensamiento
de los músicos contemporáneos más serios y representativos.
Las transformaciones que ha sufrido la música entre
finales del siglo XIX y las cuatro primeras décadas del XX, son
incalculables. No solamente las formas de composición han variado,
sino que también el material sonoro se enriquece cada día.
Es así cómo una orquesta de hoy, por ejemplo, no suena
lo mismo que una de ayer. Los ejecutantes que la integran requieren
una preparación mucho más laboriosa y consciente que la
que antaño se les exigía. El compositor, cuando instrumenta
su obra, se figura a menudo que todos los componentes de la orquesta
que tiene a su disposición son ejecutantes más o menos
virtuosos, capaces de vencer cuantas dificultades encuentren en la parte
que les toca desempeñar dentro del complejo conjunto orquestal.
Y la verdad es que hoy día abundan estos ejecutantes de primer
orden, sin los cuales sería muy difícil, si no imposible,
que llegaran a ejecutarse ciertas obras modernas, realmente difíciles.
Cuando meditamos en este aspecto de la música moderna, llegamos
a la conclusión de que nunca, como en el siglo XX, se puede apreciar
más claramente la mutua influencia que siempre han ejercido los
compositores sobre los ejecutantes y éstos sobre aquéllos.
En esta oportunidad queremos presentar algunos ejemplos
significativos, por medio de los cuales podrá apreciarse bajo
diversas formas y distintas modalidades, este aspecto virtuosístico
que ofrecen algunas interesantes obras modernas.
El primero de estos ejemplos será una pieza para
piano, de fines del siglo XIX. Es una fantasía oriental del compositor
ruso Balakirev, y se titula Islamey. Si recordamos la prodigiosa
técnica pianística que llegó a alcanzar Liszt,
nos parecerá imposible que aquel deslumbrante virtuosismo pudiera
ser superado algún día. Pues bien, los pianistas declaran
que las dificultades que encierra Islamey, de Balakirev, son
aún más grandes que las que ofrecen las piezas difíciles
de Liszt. ¿Con qué objeto, nos preguntaremos, ha introducido
el compositor ruso esas grandes dificultades en dicha obra? ¿Era
realmente necesario que las hubiese? Seguramente que si, pues de lo
contrario no lograría Balakirev, en ciertos pasajes de esta composición,
la tumultuosa y a la vez brillantísima sonoridad que él
exige para poder llegar a darle a su pensamiento musical el colorido
y la riqueza de matices que requiere. Colorido completamente oriental,
de ese orientalismo semibárbaro que traducen también las
célebres danzas polovesianas de la ópera El Príncipe
Igor, de Borodin, compositor perteneciente al mismo grupo y a la
misma escuela de Balakirev. Tan exuberante fantasía creadora
requiere, pues, también exuberantes medios de expresión. [2]

Mily Balakirev, compositor ruso
(Nijni Novgorod, 1837 - San Petersburgo, 1910)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Islamey, de Mily Balakirev.
A veces es una intención muy distinta, por ejemplo,
un propósito puramente humorístico, lo que lleva al compositor
a tomar muy poco en cuenta los trabajos que pasa el ejecutante que ha
decidido ser su intérprete. El humorismo ha sido un tema predilecto
de muchos compositores modernos. Y el virtuosismo, naturalmente, halla
también aquí un estupendo campo de acción. Cualquier
instrumento puede servir con mayor o menor éxito para expresar
ideas musicales de intención humorística. A veces, sin
embargo, como en el caso del ejemplo que vamos a presentar en breve,
el instrumento elegido por el compositor es por naturaleza lírico,
grave, circunspecto. Tal es, entre otros instrumentos, el violoncelo,
poco amigo de hacer muecas y gestos contorsionados. Con todo, es al
violoncelo a quien le ha encomendado Andrè Caplet, compositor
francés, la misión de describirnos la Danza de los
negritos. He aquí, pues, en esta grotesca y divertida danza,
otra manera, por cierto modernísima y muy original, de emplear
el virtuosismo instrumental con una finalidad muy especial. Se puede
apreciar el partido que le saca el compositor a los registros agudos
del violoncelo, deliberadamente usados en forma áspera y hasta
desagradable. De esto último no hay que alarmarse: la música
moderna se permite a veces ser desagradable... Pero, esta Danza de
los negritos, de Caplet, tocada en violoncelo y piano, es algo muy
simpático.

André Caplet, compositor y director de orquesta francés
(El Havre, 1879 - París, 1925)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Danse des petits nègres (Danza
de los negritos), de André Caplet.
Las dos ilustraciones musicales que hemos comentado hasta
ahora se concretan a poner de manifiesto los aspectos de lo que podemos
llamar el virtuosismo moderno en las obras destinadas a ser ejecutadas
por solistas. Los dos ejemplos que siguen nos harán conocer los
cambios que, en el orden de la dificultad de ejecución, se han
realizado en la música coral y en la música para orquesta.
Por lo que se refiere al conjunto vocal, esto es, al coro, no puede
negarse que el compositor moderno lo ha tratado también con mucho
atrevimiento y libertad. Ciertos extraños efectos, desconocidos
antaño, provienen sobre todo del empleo de la armonía
disonante en este género de música que es, por tradición
y también por las condiciones mismas del órgano vocal,
el que reclama una armonía más sencilla, natural y consonante.
Nada es tan difícil, por ello, como componer algo verdaderamente
nuevo, original, para coro a voces solas. Con todo, Debussy, en sus
pequeñas canciones corales sobre añejas poesías
de Charles d Orleans, nos da la impresión de haber realizado
un tour de force al escribir para el coro una música de estilo
completamente nuevo, pues está basada en la armonía moderna,
tan libre y llena de disonancias. Una canción como la que sugiero
escuchar requiere mucha conciencia y una gran preparación por
parte del conjunto vocal que ha de interpretarla. Dicha canción
se titula: Iver, vous nêtes quun vilain (Iver,
no eres sino un villano). Termina en forma muy ocurrente y original,
con todo el coro vociferando, indignado: Iver, Iver, Iver, no
eres sino un villano. Es algo realmente nuevo y de muy buen efecto.

Claude Debussy, compositor francés
(Saint-Germain-En-Laye, 1862 - París, 1918)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Iver, vous nêtes quun vilain.
Debussy.
Digamos ahora algunas palabras sobre el progresivo enriquecimiento
y la creciente complicación que ha sufrido la orquesta en estos
últimos tiempos. Con Richard Wagner comienza a ampliarse la sonoridad
orquestal de una manera prodigiosa. No sólo aumenta el número
de instrumentos que integran el conjunto orquestal, sino que introduce
nuevos instrumentos de metal, tales como las tubas y las grandes y profundas
bastubas. Un ejemplo muy hermoso de esta brillante sonoridad de la orquesta
wagneriana pudimos apreciarlo cuando oímos la Cabalgata
de las Valquirias. Posteriormente, siguiendo las huellas de Wagner,
cabe mencionar las maravillosas orquestaciones de Richard Strauss en
sus óperas y poemas sinfónicos. Este gran maestro puede
considerarse como un verdadero mago de la orquesta. La moderna escuela
francesa, con Debussy y Ravel a la cabeza, ha aportado también
curiosas innovaciones en el arte de la orquestación. Pero el
músico contemporáneo que más se destaca, tal vez,
en este difícil arte es Igor Stravinsky. El profundo conocimiento
que tiene este autor de los timbres instrumentales se pone de manifiesto
a través de toda su vasta producción. En sus primeras
obras, Stravinsky, siguiendo el ejemplo de su maestro Rimsky-Korsakov,
instrumenta sus obras para grandes orquestas. Llega entonces a obtener
sonoridades potentísimas brillantes, de un colorido muy rico.
Posteriormente, Stravinsky ha venido depurando cada vez más su
técnica y en sus obras más recientes muestra predilección
por los pequeños conjuntos en los cuales los timbres instrumentales,
combinados caprichosamente, se amalgaman de la manera más original
y extraña. Como ilustración que sugerimos oír hemos
escogido una de las composiciones más antiguas de este genial
compositor ruso-francés: la impresión para orquesta titulada Fuegos artificiales. Es, como decimos, una de sus primeras obras,
data de 1908. En esta partitura se nota todavía la influencia
de Rimsky-Korsakov, pero ya se advierte en ella la maestría de
Stravinsky como orquestador. En El Pájaro de fuego, Petrouchka o La consagración de la primavera, que fueron las obras
de este compositor que siguieron inmediatamente a la que acabo de mencionar,
hay desde luego, mucha mayor originalidad. Estas obras son de un valor
estético muy superior. Nos limitamos, sin embargo, a comentar
los Fuegos artificiales por ser una partitura corta en la cual
podemos apreciar bastante bien ese curioso aspecto del virtuosismo orquestal,
al que hemos hecho referencia.

Igor Stravinsky, compositor ruso
(Oranienhaum, 1882 - Nueva York 1971)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Fuegos artificiales, de Igor Stravinsky.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- Debe tomarse en cuenta que Plaza redactó
este texto en 1939-40, por lo que su concepto de música actual,
moderna y/o contemporánea se circunscribe a las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras cuatro del siglo XX. [Regresar]
2.- Plaza
sugiere la audición de Islamey en su versión para piano.
Aquí se presenta la versión orquestal. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |