XXXVI
Música romántica. Pequeñas formas musicales. El
piano, instrumento por excelencia del romanticismo. El vals. Schubert,
Weber, Chopin
Continuaremos hablando de la música romántica
del siglo XIX. Es este un tema muy vasto que merece ser considerado
con algún detenimiento, ya que nos ofrece multitud de aspectos
interesantes. La cantidad de música de toda especie que nos ha
legado el siglo XIX es realmente impresionante. Si es cierto que buena
parte de ese repertorio es de calidad inferior, no es menos cierto que
abundan también las obras maestras, verdaderamente inspiradas
y, por lo tanto, dignas de ser conocidas de todos los amantes de la
música selecta.
Una de las muchas peculiaridades que ofrece el arte musical
en el período romántico es la variedad de las formas y
géneros de composición que fueron cultivados por la mayoría
de los compositores. En el período clásico inmediatamente
anterior, o sea, durante la segunda mitad del siglo XVIII, la tendencia
general de los músicos era la de componer obras de gran extensión,
tales como sinfonías de tres o cuatro movimientos, cuartetos
de cámara, tríos, sonatas, o bien óperas serias
o cómicas, estas últimas casi siempre de estilo italiano.
Con el advenimiento del Romanticismo, estas obras de gran extensión
desaparecen, en parte, para cederle su lugar a otra clase de composiciones
más sencillas a la vez que más breves: canciones -Iieder,
mejor dicho, como los que compusieron Schubert y Schumann-, pequeñas
piezas para piano como los nocturnos, polonesas, mazurcas, valses, etc.,
de Chopin, o las Romanzas sin palabras de Mendelssohn, o pequeños
poemas como los de Liszt, y demás obras similares. El piano fue,
por otra parte, el instrumento preferido de casi todos los compositores
románticos. Empezó por ser el instrumento de salón
por excelencia para luego alcanzar extraordinaria divulgación
al ser ejecutado públicamente en los recitales de los grandes
pianistas del siglo: Liszt, Thalberg, Rubinstein, Gottschalk. Puede
asegurarse que sería imposible llegar a tener una comprensión
exacta de lo que fue el romanticismo musical si hiciéramos abstracción
de la obra pianística de los grandes compositores del siglo XIX.
Para casi todos ellos, el piano resultó ser el vehículo
más adecuado que hallaron para la expresión de sus más
intimas confidencias. Con los años, el prestigio alcanzado por
este instrumento, tan rico en sonoridades y matices, no ha hecho sino
aumentar. Desde Beethoven hasta Debussy y Ravel, puede decirse que no
ha habido un mensaje musical importante que no haya sido confiado al
piano.
Dada, pues, la importancia de este instrumento, como elemento
esencial para la comprensión del alma musical romántica,
nos concretaremos ahora a comentar algunas piezas para piano, a través
de las cuales podremos descubrir muchos rasgos característicos
de la sensibilidad de aquellos inspirados compositores. De ese inagotable
repertorio pianístico, escogeremos por el momento aquel tipo
de composición que nos es, sin duda, más familiar; nos
referimos al vals. El vals de salón o el gran vals brillante
de concierto ha sido, en efecto, uno de los productos más típicos
del arte musical romántico. El vals en sí, como aire de
danza o pieza de baile, que se decía hacia 1940, data de mucho
antes. En el siglo XVIII, en pleno período clásico, algunos
compositores, Mozart entre otros, empezaron ya a tratar esta forma de
composición que es, por cierto, una de las más sencillas
que existen. Ciertamente, al escuchar esos valses primitivos, difícilmente
hubieran podido sospechar los contemporáneos el inmenso auge
que pronto habría de adquirir aquel modesto aire de danza. Weber
y Schubert, autores a quienes suele calificárseles de prerrománticos
y cuya existencia transcurrió en el primer cuarto del siglo XIX,
fueron los primeros en imprimirle al vals un nuevo sesgo o, mejor dicho,
en comunicarle una sentimentalidad especial, de que hasta entonces carecía
por completo este género de composición. No es, pues,
aventurado afirmar que todos los valses posteriores, hasta los más
recientes, derivan más o menos directamente de aquellos primeros
valses de Schubert y de Weber, cuya romántica expresión
es algo ya tan característico de la época, que a ello
se debe la inmensa popularidad que pronto alcanzaron. Schubert, que
era vienés, compuso muchos valses, la mayoría de los cuales,
si bien son muy breves, contienen ya, en germen, los inconfundibles
rasgos estilísticos del gran vals vienés de años
posteriores. Aquellos valses, schubertianos no llevaban todavía
títulos especiales. La costumbre de darles títulos a los
valses, títulos tales como El Danubio Azul, Sangre
Vienesa, Mefisto-Waltz, etc., fue una moda que se introdujo
mucho después. Hay, sin embargo, dos colecciones o series de
valses de Schubert que han sido designados de manera especial por el
propio compositor. Ellas son: la Op. 77, denominada Valses nobles,
y la opus 50, cuyo título es Valses sentimentales. Dichas
denominaciones, aunque muy generales, son lo suficientemente significativas
como para indicarnos la nueva orientación romántica que
empieza a tomar el vals a partir de Schubert. Mucha distancia separa
ya a estos valses schubertianos de los ingenuos ländler primitivos,
de índole netamente popular y que son, según se ha dicho,
los más inmediatos precursores del vals vienés. Detengámonos,
pues, un momento en los doce pequeños valses que integran la
serie de los Valses Nobles de Schubert. Todos estos valses son
muy breves; cada uno de ellos consta apenas de dos partes de ocho compases
cada una. La independencia de estos pequeños valses es muy relativa,
ya que han sido concebidas como parte indisoluble de un conjunto unitario.
El autor les ha dado seguramente el título de nobles para indicarnos
que no se trata aquí de simples ländler populares, sino
de piezas de salón debidamente estilizadas, de pequeños
valses artísticamente trabajados y presentados en serie.

Franz Schubert, compositor austríaco
(Lichtenthal, 1797 - Viena, 1828)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Valses Nobles, opus 77, de Franz Schubert.
Weber, el otro compositor, contemporáneo de Schubert, de quien
vamos a hablar ahora, compuso muy pocos valses, pero entre éstos
hay uno que se ha hecho sumamente célebre. Es el titulado Invitación
al Vals. No puede darse un ejemplo más interesante de vals
romántico. Comienza este vals con una extraña introducción
que luego vemos reaparecer como coda, al final de la obra. Según
le explicaba el compositor a su mujer, cuando le dedicó dicha
obra, en 1819, el sentido de la introducción es el siguiente:
invitación del caballero, negativa de la dama, insistencia y,
por último, aceptación. La coda, por su parte, sugeriría
el agradecimiento recíproco de los bailadores. En este vals es
donde, por primera vez, la regularidad del vals austroalemán
es reemplazada por una serie de ritmos rápidos, fogosos o cadenciosos
y por primera vez, también, vemos aquí aparecer el gran
virtuosismo en el vals. A esto último se debe, sin duda, el éxito
alcanzado por esta obra en los recitales pianísticos. Agregaremos
que el compositor Berlioz y, en nuestros días, el director de
orquesta Weingartner, han hecho, brillantes transcripciones para orquesta
de la lnvitación al Vals, de Weber.

Carl Maria von Weber, compositor alemán
(Oldenburgo, 1786 - Londres, 1826)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Invitación al Vals, de Carl Maria
von Weber.
Para no salirnos del primer período del vals romántico
que estamos considerando, terminaremos diciendo algunas palabras sobre
los valses de Chopin. Con este célebre compositor, el vals para
piano alcanza un refinamiento y un contenido emocional que todavía
nos sorprende. Refinamiento en la armonía, en la variedad de
los ritmos y en los contrastes de luz y sombra, que también los
hay en música. El piano, en manos de Chopin, es un instrumento
de una plasticidad extraordinaria. Llámense mazurcas, valses,
polonesas, nocturnos, impromptus o scherzos, lo cierto es que cualesquiera
de estas formas musicales son para Chopin igualmente capaces de encerrar
lo más delicado de su inspiración, sus sueños más
íntimos, más secretos. Los valses suyos, como decíamos,
representan algo absolutamente nuevo en este género. Son elegantes,
sentimentales, muy propios de los salones de la época. Ya no
son estos valses simples piezas o pretextos para bailar, sino obras
pianísticas de fina calidad, dignas de figurar en cualquier recital
de categoría.
De
los quince valses que compuso Chopin, podemos escoger tres de los más
bellos. El primero es el Vals brillante, que ha sido catalogado como
Op. 34, N° 1. Es uno de los que más suelen ejecutar los pianistas
en sus recitales. Es de una sentimentalidad netamente chopiniana. [1]

Frédéric Chopin, pianista y compositor polaco
(Varsovia, 1810 - París, 1849)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Vals Nº 2, "Vals brillante",
en la bemol mayor, opus Op. 34 N° 1, de Frédéric
Chopin.
Los otros dos son muy breves: ambos figuran como obras póstumas
del compositor. El primero, Vals opus 70, N° 1, lleva la
indicación de movimiento: molto vivace, con una parte central
algo más moderada. Es un vals ligero, de espíritu juguetón
y eminentemente pianístico. El otro, el Vals N° 14,
es también vivace e interesa sobre todo por la soltura de su
ritmo y la variedad de su armonía.

Frédéric Chopin, pianista y compositor polaco
(Varsovia, 1810 - París, 1849)
Ejemplos musicales:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Vals Nº 11, en sol menor, opus 70, N°
1, de Frédéric Chopin.
Vals Nº 14, en mi menor, Op.
Post, B 56, de Frédéric Chopin.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- Existen ciertas discordancias entre la numeración
y descripción que hace Plaza de los valses de Chopin y su catalogación
actual. Aquí hemos realizado los cambios necesarios para que
la numeración concuerde con la discografía disponible
en la actualidad. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |