XXVI
El poema sinfónico. Franz Liszt.
Una noche en el Monte Calvo, de Mussorgsky. Finlandia,
de Sibelius.
Dijimos que con la obra de Beethoven se inicia un nuevo
período en el desarrollo de la música instrumental. A través de los
ejemplos musicales que hemos venido ofreciendo, habrán podido apreciarse
las importantes transformaciones que ha sufrido esta clase de música,
desde sus formas más primitivas y sencillas hasta la complicada arquitectura
de la sinfonía beethoveniana. Nos toca ahora considerar el desarrollo
de la música sinfónica moderna. Pero este tema es demasiado vasto y
nos veremos, por lo tanto, obligados a limitar nuestros comentarios
a algunas de las obras más importantes y características de esta última
etapa que habrá de ocupar nuestra atención. Trataremos ahora, pues,
especialmente, del poema sinfónico. Es éste, en efecto, el género musical
más notable creado en el siglo XIX, después que la sinfonía y demás
géneros similares llegaron a alcanzar su pleno desarrollo en la época
de Beethoven.
Es cierto que muchos grandes compositores han seguido cultivando
la sinfonía de tipo más o menos beethoveniano. En Alemania sobre todo,
hubo autores como Brahms, Mahler y Bruckner, cuya producción en el campo
de la sinfonía pura contiene algunas innovaciones importantes, o bien
presenta características reveladoras de un estilo vigoroso y personal.
Lo mismo puede decirse de otros compositores, tales como Tchaikovsky,
autor de la célebre Sinfonía Patética, César Franck, Saint-Saëns,
Dvorak, etc. Mas toda esta producción, por mucho valor que tenga, no
puede considerarse como lo más típico que en materia de música sinfónica
han producido los tiempos modernos. El siglo XIX fue un siglo romántico
y es este nuevo espíritu el que vernos manifestarse a través de los
numerosos poemas sinfónicos de los grandes compositores de dicho siglo
y de los más conspicuos representantes de la época actual.
La influencia de la poesía y de la literatura en la producción
musical ha sido uno de los rasgos característicos de la época romántica.
Un compositor como Liszt no puede llegar a concebir la música
sin asociar íntimamente este arte no sólo con la poesía, sino también
con las artes plásticas. De esta asociación había de nacer la nueva
forma musical denominada poema sinfónico. Por su temperamento eminentemente
romántico y por la manera tan original que tenía de concebir la música,
fue Franz Liszt, el famoso pianista y compositor, quien logró fijar
en sus líneas generales la forma musical del nuevo género instrumental.
Sus doce poemas sinfónicos están inspirados en los más variados temas
o asuntos, bien sean éstos de índole poética, legendaria o pictórica.
¿Cómo concibió Liszt la idea de esta forma nueva de composición? El
mismo nos lo ha dicho en el prólogo de su célebre colección de piezas
para piano intitulada Años de peregrinación. Vale la pena conocer esta
declaración: “Habiendo yo recorrido en estos últimos tiempos —dice Liszt—
muchos nuevos países, muchos lugares distintos, muchos sitios consagrados
por la historia y por la poesía; habiendo experimentado que los aspectos
variados de la naturaleza y de las escenas que con ella se relacionan
no pasaban ante mis ojos como imágenes vanas, sino que removían en mi
alma profundas emociones; habiendo experimentado también que entre ellas
y yo se establecía una relación vaga pero inmediata, un lazo indefinible
pero real, una comunicación inexplicable pero cierta, he tratado de
convertir en música algunos de mis sentimientos más vivos y de mis más
vivas percepciones... A medida que la música instrumental progresa,
se desarrolla y se desprende de sus primeras trabas, tiende a impregnarse
más y más de esta idealidad que ha marcado la perfección de las artes
plásticas y a convertirse, no en una simple combinación de sonidos,
sino en un lenguaje poético más apto, tal vez, que la poesía misma para
expresar todo cuanto en nosotros va más allá de los horizontes usuales,
todo cuanto escapa al análisis, todo cuanto se relaciona con profundidades
inaccesibles del alma, con deseos inagotables, con presentimientos infinitos...”[1]
No puede expresarse con mayor claridad y elocuencia lo que
constituye la idea fundamental de un poema sinfónico, según la concepción
romántica, Nada sería tan oportuno como presentar ahora, como ejemplo
musical, alguno de los grandes poemas sinfónicos de Liszt. Pero hay
otras obras de menor extensión y de otros compositores, que también
pertenecen, como las de Liszt, al género del poema sinfónico. Tal, por
ejemplo, el célebre poema del compositor ruso Mussorgsky, titulado: Una noche en el Monte Calvo. Es un cuadro sinfónico lleno de
color y de movimiento y está basado en temas musicales sumamente característicos.
Los elementos imitativos y descriptivos que comprende este poema, están
inspirados en una especie de visión fantástica que ha tenido el autor
y cuyo programa es el siguiente: se oyen primero ruidos subterráneos
de voces sobrenaturales. Aparecen los espíritus de las tinieblas y luego
el del dios Tchernobog; glorificación de Tchernobog y noche infernal
de Sabbat. De pronto, se escucha, a lo lejos, la campana de una pequeña
iglesia de pueblo, y en seguida se dispersan los espíritus de las tinieblas.
Comienza a amanecer. El asunto, como puede verse, tiene cierto parecido
con el que le sirvió a Saint-Saëns para componer su Danza Macabra,
que ya comentamos en otra oportunidad. Escuchemos ahora de qué manera
tan sugestiva y personal ha sido traducida musicalmente por Mussorgsky,
el más genial de los compositores rusos del siglo XIX, esta fantástica Noche en el Monte Calvo, hermoso ejemplo de poema sinfónico moderno.

Modest Mussorgski, compositor ruso
(Karevo, 1839 - San Petersburgo, 1881)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Una noche sobre el Monte Calvo, de Modest
Mussorgsky.
Mucho habría que decir sobre el desarrollo y las sucesivas
transformaciones del poema sinfónico hasta nuestros días. Nos limitaremos
a hacer destacar la importancia que tuvo esta nueva forma musical entre
los compositores de las escuelas llamadas nacionalistas. El despertar
del sentimiento patriótico en diferentes países de Europa y de América,
aunado al estudio cada vez más profundo de la canción y de los aires
de danzas populares, fueron los factores principales que determinaron
la creación de un vasto repertorio musical constituido por toda clase
de obras de tendencia o de carácter netamente nacional. En esta serie
de obras, casi todas interesantísimas, por la gran originalidad que
encierran, figuran no pocos poemas o cuadros sinfónicos de indiscutible
mérito artístico. En Bohemia tenemos, por ejemplo, el poema El Moldava,
del compositor Smetana; en Rusia, el poema de Balakireff, titulado Rusia;
en España, entre otras obras importantes, la maravillosa evocación musical
de Manuel de Falla: Noches en los jardines de España; en Finlandia,
por último, ya que no queremos alargar demasiado esta lista, el compositor
Sibelius ha compuesto, entre otras obras de inspiración nacional. un
célebre poema sinfónico que lleva el nombre de su patria: Finlandia.
Las trágicas circunstancias por las que atraviesó este pueblo valiente
y sufrido, nos mueve a escoger el referido poema de Sibelius, como ilustración
musical de lo que venimos diciendo acerca del poema sinfónico en sus
relaciones con el desarrollo alcanzado por el nacionalismo musical en
las primeras décadas del siglo XX. Jean Sibelius es el más notable compositor
que ha producido la escuela finlandesa; la crítica lo considera como
uno de los más grandes compositores de su época. Con verdadero acierto
ha sabido Sibelius reflejar en su música el carácter de su país: carácter
melancólico lleno de profunda poesía y de primitiva sencillez. Evoca
esta música los paisajes nórdicos con sus monótonas llanuras, sus numerosos
lagos y dilatados valles, cubiertos de niebla, apenas iluminados por
el sol. El poema Finlandia es una de las composiciones más antiguas
de Sibelius y una de las más hermosas de su vasta producción. En este
poema pinta el compositor admirablemente la belleza melancólica y semisalvaje
de la tierra, finlandesa, a la vez que el acendrado patriotismo de sus
hijos. Es, pues, una obra viril y de una expresión muy noble.

Jean Sibelius, compositor finlandés
(Tavastehus, 1865 - Helsinki, 1957)
Ejemplo musical:
(audio
disponible solo en la versión en CDROM)
Finlandia, de Jean Sibelius.
Notas
del Editor
Las fuentes de las diferentes citas que aparecen en este
trabajo no están indicadas en los originales.
1.- Chantavoine: Liszt, pág. 123. [Regresar]
Al utilizar parte de este material se agradece citar la
siguiente fuente:
Plaza, Juan Bautista: Escritos Completos.
Compilador y editor Felipe Sangiorgi. CDROM. Fundación Juan Bautista
Plaza, Caracas, 2004 |